martes, 18 de junio de 2013

50-49 Sombras

Capítulo 4 "Nada que perder"

¿Realmente? Me sorprendió para bien el hecho de encontrarme aquella nota dentro del libro de filosofía, porque quisiera admitirlo o no, me gustaban las sorpresas y el chico, aún sin conocerlo físicamente, me estaba empezando a dar curiosidad. ¿Y si resultaba ser el típico gordito con gafas o incluso una persona totalmente distinta? Me decepcionaría, porque una de las cosas que también me gustan de las personas es el físico; con esto no quiero decir que prefiera el físico a la personalidad ni mucho menos, pero si no existe una mínima atracción física pues como que el tonteo pierde la gracia…¿no?

Y si, acababa de admitir que estaba tonteando con él, aunque no terminaba de ser muy clara con mis pensamientos.

-¡Tú! ¡Despierta!.-Me gritó de repente Luna al ver que me había quedado algo dormida, con los pensamientos en el Limbo. La miré a la cara después de levantar mi rostro totalmente rojo por la vergüenza que había pasado al encontrarme aquella nota.

-Ah, perdona Luna, es que mira lo que me he encontrado.-Le cedí el papelito escrito por el pitufo. La cara de Luna era un poema, porque ni ella misma se lo podía creer.

-¡Qué cabrón! ¿Cómo lo ha hecho, si hemos estado las dos pegadas a las maletas?.-Preguntaba la rubia de ojos azules mirando a su alrededor, pero entonces un pequeño “flash” me pasó por la mente.

-¡El chico que me recogió el libro! ¡Debió ser él! Hay dios…ni si quiera sé cómo era porque ni le miré a la cara…-Me llevaba las manos a los pelos, revolviéndolos de la desesperación de haberme encontrado con él y ni si quiera haberle reconocido. Ahora entendía aquello de “la próxima vez abre mejor los ojos”. Muy astuto el pitufo…

Y en esos momentos, Luna me suelta una sonrisa malvada y maligna.-Yo sí sé cómo es…-Canturreaba la muy asquerosa, recordándome que ella si se fijó en el muchacho, incluso le había dedicado sus miradas de coqueteos.

-No seas cabrona, dime cómo era por dios.-Uy estaba sonando demasiado desesperada, pero ¿qué chica no estaría nerviosa de saber que tiene una especie de pitufo acosador que te hace soltar alguna que otra risa por tonterías como notas? Ni que estuviéramos en primaria ni nada…pero aún así seguía gustando.

-Yo solo te digo que…que potrazo has tenido, guapa.-Me dijo de la forma más sincera mi querida amiga Luna, con toda la tranquilidad en su rostro pero viéndose que disfrutaba verme sufrir de aquella manera. ¡Uh! Con lo cotilla que soy yo y una de las cosas que últimamente me está llamando más la atención, mi amiga Luna y mi gran amigo de Madrid me lo ocultan concienzudamente. Cogí el papel  y la miré mal; ella empezó a reírse, porque sabía qué estaba haciendo: le ponía mis ojos de corderito degollado para ver si soltaba prenda. Pero nanai.

No pasó mucho rato desde que nos sentamos hasta que simplemente nos terminamos las bebidas para largarnos de allí.

Me llevé todo el día en la biblioteca hasta pasadas las dos de la tarde: cuando esa hora llegó, Luna se marcharía en coche a su casa y me dejaría en la mía  agradeciéndoselo antes. No comentamos mucho sobre el tema de la nota, solo algo que me gustó mucho: “Relájate e intenta conocerlo un poco más tonta, que no pierdes nada por intentarlo.” Esas palabras me las dedicó en el coche mientras escuchaba una canción de Pignoise, camino a la casa donde iba ahora. 

Cuando quise darme cuenta, mi móvil tenía miles de llamadas perdidas de mi hermana Natalia. ¿Qué había pasado? Corriendo asustada, entré en el portal de mi casa y empecé a subir las escaleras, pensando en las peores cosas que podrían haber pasado para que alguien como mi hermana mayor me llamase al teléfono móvil. Uy, casi me choco con unas cajas del soportal y del descanso de las escaleras, pero ya quedaba menos para llegar a mi piso.

Una vez llegué a mi piso, rápidamente saqué las llaves de la casa y abrí la puerta con un gran susto en el cuerpo.

-¿Qué demonios ha pasado, Natalia?.-Grité a mi hermana entrando en el salón y buscándola, pero cuando entré me encontré a varias personas en él. Todos se levantaron. A todos los conocía. Menos a uno. Un rubio de ojos azules, que medía como un metro ochenta por lo menos. Los ojos de Natalia brillaban como si tuviera estrellitas incrustadas en las pupilas. Uh, ¿un noviete? ¡Qué guay! ¡Mi hermana tiene novio! Por eso, con el aire en los pulmones, o por lo menos recuperándolo, miré al chico y le sonreí ampliamente.-Buenas, ¿me he perdido algo? ¿Quién eres, el novio de mi hermana?.-Entonces, cuando solté aquellas palabras, mi hermana empezó a reírse junto al chico que tenía en frente mía. Hasta era más guapo cuando sonreía.

Pero entonces sería mi hermana quien hablaría.-No, hija, más quisiera yo, pero éste es uno de los nuevos vecinos que tenemos en el piso de al lado. Se llama Alessandro y su compañero de piso se llama Andreas ¿Por qué no me dijiste que conocías a dos chicos italianos que se mudaban aquí?.-Ese gentilicio me puso los pelos de punta. 

No…no podía ser…

El chico ladeó el rostro, entornando los ojos azules y mirándome sonriendo con una sonrisa que te dan ganas o de pegarle por lo guapo y creído que se cree, o por lo adorable que puede parecer.-Encantado de conocerte, principessa asustadiza. –Mis ojos se ampliaron y me puse totalmente roja.


¿¡¡¡Qué!!!?

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