lunes, 24 de junio de 2013

50-49 Sombras

Capítulo 6 "Take Care"


Mis ojos se abrieron al darme la luz en los mismos, aquella luz que estaba atravesando los cristales de la ventana: era hora de levantarse y ponerse a estudiar para la Selectividad. Pero había algo que me desconcentraba muchísimo, y era el mismo hecho de pensar que al otro lado de la pared se encontraba mi “archienemigo” , un rival con unos ojazos que quitaban el hipo, pero si, seguía siendo mi némesis después de todo. Aunque todos estos pensamientos se quedasen en mi cabeza y no salieran a la luz, claro.

Cuando me levanté de la cama, observé el cuarto de mi hermana y vi que su cama ya estaba vacía, por lo que se habría ido por ahí a dar vueltas por el centro o ir de compras. Cosas de chicas, vamos. Caminando por la casa con un calor “del quince”, yo, en mis culotes y camisa de tiras, me dirigía a la cocina a beberme un batido de vainilla o me deshidrataría en cuestión de minutos. 

¡Por dios! ¿Cómo podía hacer tanto calor de un día para otro? 

La cuestión general en mi cabeza era: ¿cómo vas a estudiar, pequeña saltamontes, con esta maldita calor y además, teniendo cierto bromista viviendo al lado tuya? Buena pregunta, sí señor. Porque aunque no lo pareciera, me desconcentraba más de lo que creía.

Bebiéndome el batido por el camino, me fui al cuarto de baño a peinarme un poco, porque tenía unos pelos que ni la niña del Exorcista. Solo me faltaba darle vueltas a la cabeza y escupir el batido en el cristal. Oh, vale, me empecé a reír con ese pensamiento, pero mucho más al verme en el espejo bien, enfocando bien. Uh, a peinarse cuanto antes porque sino cualquiera que me viera diría que había pasado una “noche loca” en vez de acostarme a las tantas intentando estudiar. Eso he dicho, “intentando”. Porque no pegué ojo en toda la noche.

Cogí entonces el peine para, claramente, peinarme. ¿Qué iba a hacer sino con un peine? Pues lo dicho, me disponía a peinarme con la cañita del batido en la boca cuando el timbre de la puerta sonó. Seguro que era mi hermana que se le olvidó las llaves antes de irse, eso o era la maldita publicidad dándote panfletos para que los leyeses delante de ellos, pero que , una vez cierras la puerta, lo tiras a la basura. En fin, me fui a la puerta y cuando la abrí no me encontré absolutamente nada. Algún gracioso de turno. Cerré la puerta y en ese preciso momento volvieron a llamar. La abrí como si mi vida dependiera de ello, pero mi sorpresa fue que me encontré al italiano gilipollas en la puerta, mirándome sorprendido por las pintas que llevaba. Sin olvidarnos de los pelos.

-¿Desde por la mañana tan gracioso?.-Le dije con toda la “simpatía” del mundo, arqueando una ceja, aún con el peine en la mano.

-No me conoces bien todavía, principessa. Por cierto, vas…molto bien ¿eh? Si sigues abriendo la puerta a la gente con esas pintas seguro que cazas de novio a alguien. Por ejemplo, Frankestein.-Se estaba riendo en mi cara, así de simple y por eso, fruncí el ceño más, para dibujar en mi rostro una sonrisa maligna.

-O te largas a tu casa o te comes el peine.-Decía de forma amenazadora.

-No puedo, como entre ahora en la casa mi compañero seguro que me va a matar…-Y en ese preciso momento se escuchó un grito desde la casa del mismo. Pegué un brinco bastante considerable. El ruido después tenía nombre. Alguien gritaba el nombre del chico que estaba delante de mí con bastante…furia.

-¡¡¡¡ALESSANDRO!!!!.-El italiano empezó a reírse y antes de que se abriera la puerta de su propia casa, se metió en mi casa y se escondió detrás de la puerta, quedándome yo fuera, en el pasillo con esas pintas y encontrándome al compañero del rubio gracioso saliendo de su casa con la cara toda llena de…¿harina? Espera, mejor, harina con agua. ¡Dios, qué asco!

-¡¿Dónde está ese cabrón?! ¡Lo mato, lo mato! Todas las mañanas me hace alguna broma, no me fío ni un pelo y creyendo que cambiaría viniendo aquí estaría más tranquilo. ¡Pero ese cabrón no cambia!.-Miraba sorprendida al chico moreno de ojos verdes que tenía delante, seguramente sería Andreas, el compañero de piso de Alessandro. Pues si que era un bicho bueno el italiano…bromas hasta a sus compañeros de piso.-Por cierto, no me he presentado, soy Andreas, encantado.-Comentaba el chico extendiéndome la mano, pero sin poder sonreír mucho por la pasta asquerosa que tenía en la cara. Vaya encuentro, una servidora vestida como la niña del Exorcista después de una fiesta y la masa de bizcocho delante de la misma. Y el muy cabrón riéndose tras la puerta, aguantándose la risa con la mano y pidiéndome que no dijera nada la veces que miraba de reojo.

-Yo soy Zoe, tu vecina.-Decía riéndome después. Los ojos de aquel chico se vieron sorprendidos a pesar de la masa de la cara.

-Oh, entonces eres tú la chica con la que tonteaba por Twitter.-Espera, ¿cómo que tontear?.-Bueno, pues tranquila que te espera una buena con ese cabroncete viviendo aquí. Me voy ya a limpiarme esto, cuando ese venga lo voy a matar. Adiós, Zoe.-Decía sonriendo y metiéndose en su casa. ¡Qué cara tenía! Enseguida miraría a Aless una vez cerrase la puerta.

-Si, lo sé, soy un cabrón. Pero el no aprende.-Murmuró riéndose.-¡No sé cómo se pudo creer que no le gastaría bromas aquí!.-Yo arqueaba una ceja y le terminé tirando de la oreja.

-¿No te da pena? Enserio…¿todas las mañanas?.-Sorprendida le cuestionaba aquello.

-¡Ay! Si, todas, sin olvidar ninguna. Pero esa ha sido la más fuerte desde que he venido a vivir aquí.-Me quedé sorprendida, con la boca un poco abierta, soltándole la oreja.

-Pero si te quedaste a dormir anoche por primera vez.-Cuando dije aquello empezó a reírse más. No sé por qué, pero me gustaba verlo reír, me era agradable ver a una persona tan llena de energía, aunque se tratase de un cabrón en potencia.

-Muy perspicaz, principessa. Por eso lo digo.-Riéndose se acercó a mi rostro y me miró directamente a los ojos.-Y procura que no te las haga a ti también.-Encima me amenazaba…mira chico, una cosa eran los madriles y otra Andalucía. Subí el peine y lo pegué a su mejilla.

-Yo que tú me lo pensaría, por tu propia seguridad, rubito.-Decía sonriendo inocentemente, para después sonreír como si no hubiera roto un plato. Éste empezó a reír a la vez que abría la puerta para marcharse.

-Uuuuh, y yo que creía que las principessas eran dulces y encantadoras, no que amenazaban a sus principi azules. Pero, ¿sabes qué?.-Se acercó a mi mejilla y me plantó un beso.-Me siguen gustando igualmente, o incluso más, las chicas con carácter.-Mi cara era un poema, porque estaba totalmente roja. El italiano se hartaba de reír mientras atravesaba el umbral.-¡Nos vemos, novia de Frankestein!.-Decía despidiéndose con la mano a la vez que cerré la puerta con fuerza. ¿Qué demonios se creía ese italiano de mierda que era? ¿Llegar aquí y dominarlo todo? Pues se equivocaba. ¡Ahhh! Me sacaba de mis casillas.

Cuando me disponía a irme a la cocina, desde donde se escuchaba la canción de Rihanna que tanto me gustaba, oí otro grito desde fuera. ¿Otra broma? Seguro que Andreas había pillado a Aless y le estaba echando la bronca. Me acerqué a la mirilla riéndome  por lo bajo, pero mi sorpresa no fue agradable, fue tanto que mi cara cambió totalmente.

Una rubia abrazaba a Alessandro con gran posesión y él estaba allí algo sorprendido con los brazos extendidos, pero no correspondiendo el abrazo. 

¿Quién coño era esa? 

El rostro del italiano había cambiado totalmente, no tenía la sonrisa ni el brillo en los ojos. Estaba serio totalmente…

Pero sobre todo una cuestión...

¿Quién era esa chica para Aless?


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