Capitulo 26 “Just give me a reason”
La voz que había escuchado era la de David, quien estaba
totalmente fijo y quieto observándonos a los dos, tanto a Aless como a mí.
¿Estaría en un problema yo o él? Suspirando y mirando a un costado, aparté la
muñeca de las manos del italiano para evitar así que hubiera más malentendidos.
Aunque creo que ya habían nacido desde antes.
-¿Debo recordar que ella es mi chica o el italiano aún no lo
tiene del todo claro?.-Soltó sin más, colocándose a mi lado y acercándome de
nuevo a él, como si fuera un objeto. ¿Un objeto…? Iba a decir algo, pero la voz
de Aless me interrumpió totalmente, en algo que me quedé sorprendida por dicha
reacción.
-Transparente.-Murmuró para luego sonreí.-Pero eso no quita
que pueda ser su amigo, ¿o también le vas a decir con quién debe
juntarse?-Sonreía con altanería, a lo que David no se quedó atrás y,
separándose de mí, se puso frente a Aless, como si fueran dos ciervos y
estuvieran a punto de pegarse con los cuernos para demostrar quién era más
macho de los dos. Patético. Me llevé la mano a la frente y suspiré: ya era
suficiente creía yo.
Pero de nuevo me interrumpieron ¡Qué manía, por dios!
Aunque cuando me giré…
-Yo creo que los chicos buenos no deben pelearse…-Murmuró la
voz de Lydia que se acercaba por el camino sonriendo, con el bolso colgado del
brazo como buena asquerosa que era. Rodé los ojos, ya que no quería ni mirarla.
Pero Aless, ese día, no dejaba de sorprenderme y sobre todo al oírle decir algo
por lo bajo.
-Bueno, ya estamos todos…-Susurró el italiano, fingiendo una
sonrisa hacia Lydia.-¡Hombre, mi niña aquí!.-Pero aquellas palabras me sentaron
mal. Muy mal.
-Deja de fingir que te alegras de verme, Alessito…-Abrí los
ojos al escuchar aquello, tanto como David, ya que tampoco esperaba tener que
escuchar aquello de la boca de Lydia. Miré de reojo a Aless, que se encontraba
sonriéndole como si nada, con las manos metidas en los bolsillos de nuevo. Como
si disfrutara hacerla enfadar.
-David, ¿puedes acompañarme un momento?.-Soltó Lydia de
repente, tirando de David sin esperar que éste le respondiera siquiera.
-¡Pero Lydia, espera!.-Gritó siendo tirado por ella,
dejándonos a Aless y a mí como al principio de todo. A solas.
Cuando la silueta de aquellos dos desapareció, Aless dirigió
la mirada hacia mi persona de nuevo, y yo lo noté. Pero no sabía ni qué decir
ni qué hacer, es más, mi mirada se centraba en el suelo blanco de mármol del
edificio. ¿Esto era el karma quizás?
-Por donde iba, bambina, ¿seguro que no nos conocemos de
antes?.-Se acercó a mí y agachó la cabeza intentando provocar que nuestras
miradas se cruzaras, pero la llevaba al lado contrario; unos segundos después
escuché una risa por su parte.-No sabía que eras tan vergonzosa, ¿acaso soy
demasiado guapo para que me mires a la cara?.-Se tocó la cara exagerando un
poco, fingiendo y dramatizando. Yo acabé soltando una risa, simplemente no la
pude contener demasiado.-Oh, eso está mucho mejor. Cuando sonríes está mejor
que una cara seria y arrugada, como las que pone mi…¿novia?.-Al escuchar
aquello me giré, con una ceja arqueada sin entender bien aquello último que
dijo.
-¿Novia? ¿Dudas que lo sea?.-Le pregunté sin cortarme lo más
mínimo y éste me devolvió una mirada acompañada de una sonrisa traviesa y
divertida.
-Ella dice que lo es, pero no la trato como tal, es más,
prefiero estar con otras chicas que con ella. Aunque esto no lo sabe, pero es
la verdad, desde que salí del hospital mi interés por ella nunca lo vi.-Se
quedó pensativo para luego volver a sonreírme.-Al contrario que contigo. Puedo
parecer un tanto pesado o acosador, pero me resultas familiar: cuando se me
mete algo en la cabeza no paro hasta averiguar qué es.-Con aquellas palabras
decidí desviar la mirada de nuevo, yo ya había empezado una relación con David
y volver a sentir esas cosquillas en el estómago cada vez que Alessandro
soltaba una frase…no era nada bueno.
-Pero no puedes sentir curiosidad por mí, porque tengo
pareja.-Dije de forma fría o eso intenté, pero noté cómo se acercó a mi oído
para susurrarme algo.
-A tu novio se le ve más ilusionado que a ti, bambina.-Dijo
sin cortarse un pelo, como siempre hacía. Yo le miré a los ojos, con el ceño
fruncido.
-¿Tú acaso me conoces para saber lo que siento por él?.-Puse
los brazos en jarra, esperando que respondiera.
-No, o por lo menos eso creo.-Entrecerró los ojos,
clavándome aquella mirada para luego agitar la mano, negando y soltando una
risa.-Vale, vale, si taaaanto quieres a tu novio, cuando vuelva pégale un gran
morreo. Pero de los que puedes demostrar pasión y amor. Solo dame una razón y
te dejaré de molestar.-Me guiñó un ojo y yo me puse roja, acordándome de P!nk; pero aún así roja como un tomate
porque parecía que podía leerme la cara y todos los pensamientos que estaban
cruzando mi mente en aquellos momentos.
Pero mientras yo mantenía esa conversación, por otro lado,
con menos risas y guiños, hablaban Lydia y David.
-¿Qué se supone que os pasa? ¿No es lo que querías,
Lydia?.-Preguntaba un enfadado David a la chica que parecía tener un cabreo
muchísimo mayor.
-¡No lo sé! Desde que salimos del hospital ha perdido todo
el interés por mí y se dedica a tontear con otras chicas. Pero te advierto una
cosa, David, como no apartes a esa niñata de mi camino, me la cargo. Me da
igual que tontee con las chicas delante de mí, pero no con ella.-Fruncía el
ceño, mascullando después.
-Pues te recuerdo que fuiste tú la que te las arreglaste
para que la gente que sí conocía su relación con Aless, se quitaran de en
medio.-Decía David dando vueltas por el lugar bastante incómodo por ello.
-¡Cállate! ¿Acaso no sabes lo que me costó amenazar a ese
estúpido italiano de tres al cuarto para que no dijera absolutamente nada?
Incluso tuve que usar mis armas con mi padre para que me diera acceso a las
fichas de sus trabajadores. Me costó mucho llegar a donde he llegado, así que
apártala de mi camino.-Pero cuando Lydia dejó de hablar, unos tacones sonaron
en el eco de la sala donde se habían colocado a hablar y mantener la
conversación.
-Vaya, vaya, vaya…se coge antes a un mentiroso que a un
cojo.-De detrás de una columna salió una chica alta, rubia, con un vestido y
cruzada de brazos mientras miraba a aquellos dos.
Era nada más y nada menos
que Luna.