Los árboles movían sus copas como si fueran al son de una
música inexistente, acompañados de las mariposas, esas grandes bailarinas
llenas de colores. Si se alzaba la mirada podías ser consciente de un cuadro en
vivo y del cual formabas parte. Si mirabas a tu alrededor, árboles, plantas con
colores diversos a la vez que extraños y, de vez en cuando, alguna que otra
mirada proveniente de los pequeños animales que acompañaban aquel paisaje con
armonía. Se podría decir que el propio viento te rodeaba e invitaba a bailar
junto a los animales en una danza sin fin. El sonido de los grillos, el de las
ramas romperse bajo tus pies, las pequeñas aves colocadas en lo alto de las
ramas. Todo era paz. Todo era tranquilidad. Aquella música inexistente podías
notar cómo te envolvía totalmente mientras comenzabas a sentir el estrés
desaparecer: si respirabas hondo, podrías oler el aroma de las flores, de los
pinos, ese aire puro cruzar tus pulmones como si de una corriente de brisa
fresca se tratase. Incluso podrías volar si quisieras…
Aunque para desgracia de muchos, esa tranquilidad no iría
más allá de tus pensamientos, pues cuando abres los ojos realmente lo que
encuentras son árboles quemados y destrozados, con aquellos nidos de ave bajo
éstos, aplastados. Aquellas flores que te hacían disfrutar de la vista y el
paisaje, estaban marchitas. Ahora el aire estaba contaminado por el humo, por
toxinas que no pertenecían a la naturaleza. Estaban creadas por manos humanas.
Los animales que te observaban tranquilos en la lejanía, ahora se hallaban
muertos a tu alrededor, con sus cuerpos descomponiéndose por cada segundo que
pasaba. Las mariposas ya no existían: eran devoradas por aves oscuras y negras,
aquellas aves que no representaban nada bueno.
Aunque corrieras, no escaparías de la realidad: los humanos
no debían intervenir en la naturaleza, no deberían romper la armonía de lo que
una vez fue bello. Si alzabas la mirada buscando un cielo azul, solo
encontrarías uno gris y cubierto por horrores. La luz no existía y poco a poco
una sombra comenzaba a envolverte totalmente, rodearte desde el suelo hasta que
simplemente lo único que escucharías antes de ser devorado, es un grito, un
llanto.
¿Has visto cuan doloroso puede ser algo como eso? Si te has
dado cuenta… es mejor que no intervengas en algo que no te incumbe.
Mejor… mantente al margen.
Después de todo, soy el amigo del bosque.
—Ivern, 'el amigo del Bosque', campeón de League of Legends.
¿Cómo podría empezar a describir esta nueva aventura? ¿Es algo que debería hacer a base de fotografías tomadas con una cámara de no muy buena calidad o preferís que os dedique unas cuantas palabras? Yo prefiero una mezcla de ambas, aunque... ¿cómo decirlo? Se me da mejor escribir que ser fotógrafa.
Todo comenzó el 22 de septiembre. Esa mañana cuando me levanté, supe que todo iba a cambiar, que todo sería algo nuevo para mi. Un cambio demasiado brusco. Y así fue. Viajando en coche hasta Sevilla, me fijé en todos los detalles para no olvidarme de ellos. Iban a ser cinco meses pero sabía perfectamente que el comienzo sería para mi como un infierno. El hecho de no estar con mis padres, con mis hermanas, mi pequeña Ohana en general, y bueno, sin olvidarme de alguien ciertamente especial, mi grandullón. Cuando aún estaba sentada en aquel sillón del coche, veía a mis padres discutir como siempre ¿es algo que cambiaría? Lo dudo. La tozudez de mi padre, los nervios de mi madre y... la tranquilidad máxima de mi novio. Yo estaba mirando a todos lados, apretando fuertemente la mano de él mientras pensaba: solo serán cinco meses. Solo cinco meses, luego todo volverá a la normalidad.
La parte más dura fue cuando me puse en la cola para que revisaran el equipaje. En más de una ocasión respiré hondo para no llorar delante de todos, pero había algo, ese nudo en la garganta que simplemente me lo impedía. Aguanté al despedirme de mi cuñado, de mis hermanas, pero cuando llegó el momento de despedirme de mis padres, rompí a llorar. Pocos besos fueron los que les dediqué después a él. Pero sabía que pronto nos veríamos: internet ayuda mucho, aunque no lo creáis.
Mi viaje comenzó una vez me quité los zapatos para pasar por aquel detector. Ya no estaba bajo el cuidado de mis padres, ni de mi niño ni de mi familia en general. Ahora estaba yendo rumbo a una aventura que debía afrontar yo sola.
La llegada al aeropuerto de Roma fue un desastre, llevaba demasiadas maletas y mis brazos no daban de si. Miraba a todos lados, lo que antes era mucha gente hablando en español, ahora solo escuchaba voces en idiomas que ni conocía. Solo pude descansar medianamente bien cuando me senté en el tren rumbo a Nápoles. Aunque la estancia allí no fue mejor. Desde las 12 de la mañana que llegué a Italia, no planté mis pies en el hostal donde tendríamos que estar una semana, hasta las 8 de la tarde. Sin olvidarnos de... ¿sabéis eso que dicen del tráfico en Italia y en Nápoles, más concretamente? Pues es cierto, todo, todo, todo es cierto. El transporte aquí es una aventura. Personas fumando en los coches mientras hablaban por teléfono, las motos pasando corriendo entre los coches (no me extraña que la melodía especial de Nápoles sea la de la ambulancia), sin olvidarnos de que los peatones se lanzan casi encima de los coches para poder cruzar la carretera. No esperes que los coches se paren para dejarte pasar o te harás viejo en un lado del arcén.
En general, cuando llegué a Nápoles y me tumbé en la cama, para mi esa ciudad era un Caos total. Y no me terminaba de gustar. De hecho, tenía ganas de volver a casa. Pero pensé que todo mejoraría, debía tener fe.
Después de todo... debía probar las famosas napolitanas.
Cuando abrí los ojos me di cuenta que aún seguía en el coche
con Luna y Andreas, volviendo a casa tras despedirnos…de Alessandro. Cerré los
ojos de nuevo pensando en lo que podría haber pasado si realmente me hubiera
podido recordar aunque fuera por unos segundos al menos. Querría haberme
despedido de él como se merecía y no de aquella manera tan fría y cortante. Él
no tuvo la culpa de haber perdido la memoria, pero yo si. Y no dejaría de
culparme a mí misma por lo que le hice: por culpa de ello estaba Lydia dando
vueltas a mi alrededor, a su alrededor y jodiendo todo lo que podía prosperar a
la mejora de su memoria. Quizás era el karma, ¿quién sabe?. La cuestión era que
simplemente lo dejé ir. Lo dejé regresar a la tierra a la que pertenecía. Él
allí. Yo aquí.
Vidas distintas.
Y así me lo tomé los siguientes días que pasaron, seguía
yendo a la que era mi nueva universidad y la cual estaba rodeada de gente
totalmente nueva. Un cambio siempre venía bien y para mi suerte, el nombre de
Alessandro pasó a un segundo plano. O eso era lo que quería creer. En uno de
los encuentros de clase, conocí a una persona distinta, un chico que parecía
cuidar de mí bastante y con el que me dejaba llevar: estaba tranquila a su lado
y me hacía reír lo suficiente como para no pensar en otras cosas. Todo iba bien
¿no? Aless estaba en su casa y yo vivía en la mía. Pero entonces…¿por qué no
dejaba de pensar en él por cada minuto que pasaba? El hecho de olvidar a Aless
era una tarea que me llevaría más tiempo del que pensaba.
Quedé una de las tardes con Luna, para charlar un poco y ver
cómo le iba con Andreas, que al parecer decidió quedarse y…¡adivinad! Luna vivía
ahora con él, le pillaba mucho más cerca de la universidad que el lugar donde
vivía anteriormente. Me alegraba mucho por ella ya que había encontrado la
estabilidad que tanto añoraba. Encontrándonos en una parte del centro de la
ciudad, vi a Luna llegar con una sonrisa en su rostro. Pero aquella sonrisa
denotaba algo de tristeza. Pensé en lo peor en el tiempo que se acercaba a mí.
-Hola cariño, ¿cómo estás?.-Me preguntó mi amiga con una
sonrisa, sentándonos en un banco con toda la tranquilidad del mundo.
-Pues estoy bien, las clases están yendo mejor de lo que
pensaba la verdad, aunque hay algunas cosas que espero que se solucionen: los
organizadores de la universidad son un poco desastre ¿sabes?.-Solté una risa a
la vez que la miraba.
-Bueno, pues si te contase cómo me va a mí…es un desastre
total, más que en la tuya seguro. No tenemos ni delegado, con eso te lo digo
todo.-Sonriendo bebió de la coca cola que se compró en uno de los kioskos. Entonces
me miró ya con un rostro de preocupación.-¿Sabes algo de Alessandro…?
Mi cuerpo se descompuso al escuchar su nombre, pero respiré
hondo y la miré luego.-No, absolutamente nada, total, ya está en su casa y ha
decidido quedarse allí. Ya nada nos une.-Sonreí con pocas ganas, colocando mi
mirada en el suelo que componían a las calles del centro.
-Zoe…-Susurró Luna mientras me miraba, luego colocaría su
mano sobre mi hombro. Entonces fruncí levemente el ceño al mirarla. No entendía
a qué venían aquellas caras.-Alessandro se ha puesto en contacto con Andreas.-Amplié
mis ojos como pude al escuchar aquello, sin terminar de entenderlo de igual
manera que no entendí en su momento las caras de Luna.
-¿Cómo…?.-Me quedé sorprendida, pero las sorpresas vendrían
después.
-No sé por qué, pero me lo dijo anoche asustado, porque no
solo se puso a hablarle a él, sino que estuvo preguntando por ti. Estaba
ansioso por ponerse en contacto de nuevo contigo…-Y cuando aquellas palabras
llegaron a mis oídos, otro sonido le acompañó. Era mi móvil. Cuando abrí mi móvil,
me vi una notificación de Twitter. Mis ojos se ampliaron más al desplegar el
menú y verme qué me esperaba en aquella red social.
@AlessItaBlue
Cabina.
Mis ojos se ampliaron de nuevo, teniendo un escalofrío por
el cuerpo como la primera vez que leí un mensaje de él. ¿Qué quería decir con
aquella palabra? Y cuando no pude terminar de razonar aquello, una de las pocas
cabinas viejas que quedaban en el centro de la ciudad…empezó a sonar. Luna y yo
nos miramos rápidamente, pero sin que pudiera decirle nada más, me levanté
corriendo hacia dicho objeto, para entrar y coger el teléfono.
Érase una vez una luna. Una luna que se encargaba de ofrecer
al mundo sus necesidades: Esperanza, Ilusión, Recuerdos,…
Pero el mundo seguía necesitando algo más, algo que los
despertase y provocasen que la luz que vivía en ellos se encendiera y nunca más
se apagara. Entonces decidió fijarse en el mundo, observaba miles de personas
por años, siglos…pero no encontraba lo que el mundo necesitaba. Estaba lleno de
guerras y conflictos que nadie podía terminar de arreglar. Y quienes más le preocupaban
eran los niños: los creadores y encargados de expandir aquello en lo que más creía
la Luna.
Entonces vio nacer a un niño que la Esperanza le brindó. Un
chico que cuando creció un poco, decía que “nunca quería crecer más”. Nunca
quería olvidar aquella Ilusión, aquellos Recuerdos de su infancia, no quería
tenerle miedo a nadie, quería seguir teniendo la Esperanza que sus
problemas se arreglarían.
Y la Luna
le ayudó.
Le ayudó enviándole a una pequeña amiga suya, amiga de la
creadora de los Recuerdos. Alguien que le daría luz a sus ideas. Junto a esa
“Luz”, recorrieron el mundo, colocando un poco de “Alegría” dentro de los
corazones de los niños. Dentro de los corazones de quienes más acompañaban a
los niños en sus aventuras e infancia: los juguetes. Aquellos compañeros de
aventuras cobraron vida con el firme propósito de estar siempre al lado de sus
dueños, de sus niños elegidos. Recorrían el mundo con alegría en sus mentes,
con recuerdos felices que les hacían volar a la imaginación y a la creación de
un mundo más alegre. La Alegría
llegaría incluso a otros mundos donde todo era demasiado pequeño para ser visto
o las puertas de los armarios lo ocultaban de día y dejaban expandir su alegría
por las noches.
Todo salía bien, hasta que la propia Luna se daba cuenta que
la promesa que le hizo a ese chico, se podía romper.
Se podía romper por el paso de los años.
Aquel muchacho indirectamente, le pedía a su amiga del cielo
que le ayudara. Que no le dejara crecer, ni incluso le dejara llegar a morir.
Y de nuevo, lo hizo.
Le ayudaría.
Pero iba a ser algo que la Luna nunca hizo. Y que prometería no hacer más.
Aunque supondrían muchas cosas al hacerlo. Supondría, ni más
ni menos, que la desaparición de su existencia en el mundo. La Luna no quería hacerlo, pues
era alguien que le ayudó a expandir la Alegría por el mundo, pero ahora, aquel Hombre,
estaba dispuesto a hacerlo.
Y con ello, aceptaron el trato.
Cuando los años pasaron y la luz interior de aquel “niño” se
iba apagando, la Luna
lloraba de tristeza. Y una de las lágrimas se quedó en el firmamento.
A la vez que aquella lágrima se convertía en estrella, su
querido amigo dejaba aquel mundo. Dejaba la vida. Y nacía de nuevo, pero en la
estrella y lágrima de su fiel amiga.
La “Luz” del chico volvió a nacer, acompañándole en un lugar
nuevo. Un lugar al que llamaron “Nunca Jamás”.
Aquel príncipe de la Alegría abandonó el mundo para expandirla en uno
totalmente distinto.
Y la Luna
no lo dudó un segundo. Elegiría a un Guardián de la Alegría para que no
ocurriera de nuevo aquello, que no ocurriera el hecho de volver a sentir
tristeza. Para que no derramara más lágrimas.
Como si de una súplica se tratara, nació un nuevo Guardián.
Y a ese Guardián de la Alegría le pidió algo, que los juguetes al que
aquel chico había dado vida y él mismo, se encargaran de decir algo
indirectamente a los niños:
“Que no se olvidaran de Creer, de Ilusionarse, de tener
Esperanza ante todos los sucesos que ocurran, de Alegrarse por los buenos
momentos, de Divertirse con los seres queridos, pero sobre todo…que si querían
seguir siendo lo que eran, si querían tener una Luz en su interior…debían
seguir la segunda estrella a la derecha y todo recto, hasta el amanecer.”
Gracias Peter.
Jack
Frost
Se trata de un FanFic creado para un pequeño concurso de los mismos, donde quise poner un toque de novela, como una introducción a una posible nueva novela. Espero os guste, porque me inspiré mucho al escuchar esta canción. Un saludo.
¿Cómo me sentaron a mi esas palabras tan frías de Alessandro
al enterarme que regresaba a Italia al siguiente día? Pues de la misma manera
que se puede sentir una patada en el estómago, un corte en cualquier parte del
cuerpo, una sensación que provocaba una ansiedad en el pecho, solo de pensar
que simplemente no volvería a verlo más. Y que, lo más triste de todo, él tenía
interés en conocerme a pesar de haber perdido la memoria. A pesar de haber
tenido ese interés mucho antes. Cuando todo comenzó con un mensaje de una red
social.
Bajé la mirada al
escucharle, donde él se dispuso a hablarme, pero la voz de Luna interrumpió
aquel silencio.-¿Qué vas a hacer entonces? ¿Te vas a ir porque tu padre te
obliga? Tenía entendido que estarías todo el curso con Andreas en el piso,
Aless…-Susurró mirándole con tristeza, pero ahora mismo el italiano se estaba
sintiendo peor que yo. Y no lo estaba percibiendo en ningún momento.
-Es extraño que mi padre me llamara de tal manera, que me
hablara como me ha hablado. Algo no me cuadra…-Apretó las manos, creando puños,
los cuales observé sin poder levantar la mirada a sus azulados ojos. No porque si
no me pondría a llorar como nunca lo había hecho. Ya era demasiado triste que
no me recordara, pero más triste era aún que se volviese a su tierra sin siquiera
saber de mi existencia y hueco en su vida el tiempo que ha estado aquí. Suspiré
y decidí echarme hacia atrás.
-Yo…debo seguir haciendo cosas. Mucha suerte entonces,
Alessandro.-Y con aquellas palabras, me giré para no poder ver el gesto de
sorpresa que se colocó en su rostro al escucharme decir aquellas palabras tan
frías y tan distantes. Más distantes que nunca.
-¡Espera! ¿Así sin más?.-Decía mientras yo seguía avanzando,
sin esperar a Luna. Quería irme. Y quería tirarme en la cama cuanto antes para
poder hundir mi cara en la almohada y llenarla de agua de lágrimas. Para poder
realizar aquello que quería hacer cuanto antes, simplemente me fui corriendo.
No quería oír más. Ya había tenido suficiente.
Sin saber cómo, mientras andaba, empezó a hacer frío y el
cielo se oscurecía de forma leve: encima iba a empezar a hacer bochorno, algo
que odiaba con todas mis ganas ya que llegaba a agobiarme demasiado si me
pillaba en la calle. Pero de ahí a que empezase a llover, era algo que no me
esperaba en absoluto. Y allí estaba yo, andando hacia mi casa, con una lluvia
de semi-verano cayendo sobre mí y mojándome el pelo al que le había dedicado un
cierto tiempo por la mañana. Pero me daba igual.
Nada más llegar a mi casa me encontré con mi madre, que me
preguntaba con una voz tranquila si estaba lloviendo, para recoger la ropa que
tenía tendida. Cosas de madres que no cambiaban…
Yo directamente me fui a la ducha, algo que me sentó bien
pero que no me quitó los problemas que tenía sobre los hombros. Y si me ponía a
resumir todo, me deprimiría…
El chico al que conocí y el cual me empezó a gustar
demasiado, tuvo un accidente por protegerme y en él perdió la memoria. Para más
“inri”, su exnovia se hizo pasar por la novia actual, que era yo, y lo alejó de
mi. Y cuando por fin creía que volvía a tener interés en mí, su padre le obliga
a volver a su tierra natal.
Demasiado triste, ¿no creéis?
Pues con esos pensamientos me fui a la cama. Sin esperar un
minuto más.
Las horas pasaron de forma lenta, pero al final acabé
cayendo en un sueño. En un sueño donde aparecía Alessandro conmigo, en aquella
plaza comiendo hamburguesas junto a mi, sentados con tranquilidad y riéndonos.
Sin olvidar de besarnos y abrazarnos. Todo se interrumpió con la luz de unos
focos, donde alguien gritaba mi nombre. Demasiado cerca.
-¡¡Zoe!!.-Me despertó aquella voz y cuando levanté la
mirada, me encontré a Luna mirándome asustada y jadeando, como si viniera
corriendo.
-¿Qué pasa?.-Murmuré medio dormida, a lo que mi querida
amiga reaccionó de una forma un tanto alarmante.
-¿Tú para qué coño quieres el móvil o el whattsap? ¡Te he
estado llamando toda la maldita mañana! Vamos, ¡Aless se va en breve a Italia!
Cogerá un avión a Madrid y de allí se van. Vamos.-Me tiró de la cama
empujándome.
-Luna, lo mío con Aless está acabado, ¿no te das cuenta?.-Me
tapé con la almohada, pero entonces me pegó una patada en el culo que caí de la
cama.
-¿Y a mi qué? A él le sigues gustando incluso después de
haber perdido la memoria, así que por lo menos saca el genio andaluz que tienes
y ve a Sevilla a despedirte de él como merece.-Me gritaba mientras me tiraba la
ropa para ponérmela.
-Luna, esto no es una película americana ni una novela. Han
sido casualidades y muchos impedimentos, da igual que vaya a despedirle, no me
va a recordar ni a la de tres.-Dije mirando la ropa que me tiraba.
-¡Tú eres la encargada de escribir tu vida, Zoe! Da igual
que no sea una película americana como la de “La proposición” o cosas así,
sigue siendo tu vida y solo tú eres la directora de ella. Y después de tanta
charla, tienes dos minutos para vestirte, eso o te saco en pijama a
Sevilla.-Tras aquellas sentenciadoras palabras, cerró la puerta esperándome
fuera. Vale, sé que no había sido demasiado valiente, pero ya tuve suficientes
palos como para que me ocurriera uno más. Estar allí despidiendo a Aless y éste
sonriéndome como si fuera una desconocida. Una imagen que no quería recordar.
Sin más remedio, cogí la ropa que me dio Luna y me la
coloqué en menos tiempo del que esperaba: una vez con la ropa y todo listo, ella
y yo salimos en coche hacia Sevilla. Era Andreas quien conducía y suponía que
él era quien avisó a la rubia loca de que Aless se iba en unas horas. Yo miraba
por la ventana como si de un videoclip de Rihanna o Dani Martín se tratase.
Tras una hora y media, llegamos a Sevilla, acercándonos al
aeropuerto de allí. No miraba el paisaje, solo buscaba aquel dichoso lugar para
despedirme cuanto antes. ¿Tan duro se me iba a hacer despedirme de la persona
que actualmente más me gustaba?
Yo no sabía que sí.
Mientras entrábamos en el aeropuerto, escuchamos los
altavoces de las cabinas decir ciertas palabras claves que nos hizo alarmarnos:
vuelo e Italia. A punto de marcharse.
No, por lo menos un adiós en condiciones. Zoe, tienes que
ser fuerte, solo un adiós y buena suerte…
Eso susurraba mi mente, hasta que abrí los ojos al escuchar
su voz, levantándonos la mano para saber que estaba allí. Con la maleta a su
lado y en la puerta de embarque.
-¡Aquí!.-Gritaba el italiano. Cuando nos acercamos, me miró
sorprendido.-Vaya, no sabía que vendrías a despedirme.-Murmuró sonriendo de
forma leve, quizás incluso triste. Soltó una risa con Andreas y le estrechó la
mano.-Mucha suerte tío, cuida a la muchacha ¿eh? Que las españolas tienen mucho
carácter…-Soltó otra risa al ver la cara de Luna, ya que aquellas palabras iban
para ella.
Luego sus ojos se pusieron sobre mi silueta, con la mirada
agachada.-Bueno bambina, gracias por haber venido.-Estiró la mano y yo la miré,
arqueando una ceja, cuando inocente de mi, la estreché. En ese momento sentí un
empujón que venía de la misma mano: me envolvió en sus brazos.-No sé por qué,
pero me alegro que hayas venido tú más que nadie…-Me susurró al oído, aunque
cuando quiso separarse, el colgante que yo llevaba puesto y el suyo, se liaron
como los cascos de un mp3.
-Ammm vaya, lo siento.-Levanté la mano para quitar aquel
embrollo, cuando me fijé en el colgante. Era el mismo…que yo le di. Me quedé
mirándolo sorprendida totalmente y él, al ver mi rostro, lo miró también.
-¿Ocurre algo?.-Yo parpadeé y sonreí de leve.
-Nada, solo que ese colgante me recuerda al de un personaje
de una serie de estas manga.-Solté una risa.-A Naruto.-Susurré, él me escuchó y
soltó una risa. Cuando quise darme cuenta, el sonido de aviso de embarque
volvió a aparecer.
-Bueno, gracias a todos, os intentaré escribir o algo.-Soltó
una risa, echándome una mirada sin yo darme cuenta y salir corriendo por el
pasillo hacia el avión. Se escuchaban las voces de Luna y Andreas, gritándole y
deseándole suerte. Yo no hice nada, solo agitar la mano con timidez.
En el preciso momento que tomaba asiento en el coche de
Andreas para volver, Aless lo hacía en el avión, mirando el colgante.- Hmmm si
es cierto, es como el de Naruto.-Susurró en voz alta.
Ojos azules.
Rubio.
“Vaya, un italiano con lado friki. Eso me gusta”.
Esas palabras rebotaron en la mente del chico, provocando
que ampliara los ojos asustado.
Los ojos furiosos de una chica rubia y alta era lo que más
brillaba en aquella sala en los momentos en que el silencio y el miedo hicieron
acto de presencia. Todo atraído por las mentiras que habían sido descubiertas
por quien, para ellos, no tendría que haberlo descubierto. Fue ahora la sonrisa
ladina de Luna la que llegó para quedarse.-¿Cómo os atrevéis a ser tan
rastreros y joderle de esta manera la vida a dos personas que se querían? Y
todo esto me lo esperaba de una zorra como tú, Lydia, pero de ti David…has
caído muy bajo por querer recuperar a una Zoe que, por si no te has dado
cuenta, no quiere estar contigo. -Sonrió cuando David estuvo dispuesto a
hablarle, pero levantó la mano inmediatamente para detenerle en dicho amago.
Lydia sin embargo, se cruzó de brazos temiendo lo que podría hacer aquella
chica con la verdad descubierta. Ni si quiera respondió al insulto de Luna en
ningún momento.-Eso fue una cosa, pero enterarme que fuiste tan hija de puta
como para amenazar a Andreas y al negocio de su familia…es algo que te ha
sentenciado. Espero que aprendas después de la patada en el culo que te dará
Alessandro una vez recupere la memoria totalmente.-Y así Luna estaba por
continuar, cuando la voz de Lydia la interrumpió.
-¿Y quién eres tú para intervenir en este asunto, cuando
solo parece que te interesa tirarte a ese estúpido italiano sentimentalista y
familiar? Vamos, rubita, a mi no me engañas. Intentas ganártelo de la misma
manera que yo he hecho con Aless. Somos iguales.-Con aquellas palabras, lo
único que provocó la italiana es que los azules ojos de Luna brillaran con
mucha más rabia de la que estaba emitiendo por momentos.
-¿Parecerme a ti? Yo no soy como tú, puede que haya tenido
mis momentos, pero mi locura por un hombre no se convierte en
obsesión.-Sentenció con una sonrisa divertida, viendo cómo el rostro de aquella
muchacha italiana se quedaba petrificada.
-No…estoy…obsesionada. Él siempre fue mi pareja y lo seguirá
siendo, y una estúpida española de tres al cuarto no se va a interponer en mi
camino para quitármelo. Ella no le conoce, no sabe nada de él. Yo le he amado,
le he querido y siempre he estado con él…-Lydia se empezó a tocar la cabeza, a
punto de venirse abajo, cuando algo vino a su cabeza como si de un rayo se
tratase. Levantó la mirada con un tono siniestro en ella, como si realmente
estuviera dispuesta a ir más allá de lo que había llegado.-Bien, hagamos una
cosa, rubita. Tú no le dices nada a Zoe y Alessandro y…procuraré que ni a tu
amiguita ni a tu familia le ocurra nada.-Sonrió amablemente, o por lo menos era
el modo en que fingía hacerlo, dejando ver sus oscuros planes expuestos.
Los ojos abiertos y sorprendidos ahora fueron los de David y
Luna a la vez.-¿Qué demonios estás diciendo, Lydia? No lleves esto tan lejos.-Saltó
David inmediatamente, ya que estaba considerando que aquellas acciones de la
italiana estaban llegando a unos extremos demasiado radicales. Lydia miró con
furia contenida a David para que mantuviera la boca cerrada, ya que parecía que
se le iba a lanzar a la yugular en cualquier momento.
-Si yo gano, tú ganas. Si yo me hundo, tú te hundes…-Comentó,
luego giró la mirada a Luna, quien seguía impactada.
-¿Después de todo te atreves también a amenazar a Zoe y a mi
familia? Debes ir al psicólogo chica.-Tras aquellas palabras Luna se giró para
dirigirse al lugar donde había quedado con Zoe.
Pero Lydia solo sabía sonreír.-Bien, al psicólogo tendrá que
ir tu querida amiga…-Cogió el móvil, sonriendo de lado a David, éste no sabía
qué iba a hacer la chica, la temía realmente. El teléfono sonó en otra parte y
David fue testigo de una conversación en italiano:
-Daddy? ha voluto parlare di un problema e Alessandro. Sì,
esattamente, il suo ritorno a casa…Lo voglio al più presto possibile.*
Tras unos minutos transcurridos entre Alessandro y yo, Luna
hizo acto de presencia con una cara un tanto seria. Rápidamente me acerqué a
ella sonriéndole, con Alessandro persiguiéndome de forma indirecta; pero a
pesar de todo aquello, la cara de mi mejor amiga me preocupaba demasiado. Ella
sabía algo que yo no.-¿Qué pasa, Luna? Me estás preocupando con esa cara…-Luna
estuvo a punto de soltarme algo, pero el sonido de un teléfono móvil la
interrumpió: se trataba del móvil de Aless, quien pareció sorprenderse
totalmente al ver quién estaba llamándole con tanta insistencia.
-Vaya, ¿me disculpáis un momento?.-Sonriendo, con algo de
preocupación en su rostro, Aless se alejó de las dos. Luna me miró de nuevo,
pero esta vez no fue el sonido de un móvil lo que la interrumpió de golpe, algo
que provocó que yo diera un sobresalto por escucharlo. Alessandro empezó a
gritar y discutir por teléfono en italiano.
-Non tornare in Italia, sto bene qui. Non si torna indietro!
Papà, aspetta!* .-De repente, Alessandro se quedó mirando el móvil incrédulo de
lo que acababa de escuchar. Me acerqué inmediatamente a él, preocupada.
-Aless…¿Qué ocurre…?.-La miraba preocupada, sin darme cuenta
que le miraba como en el momento que había tenido el accidente: preocupada,
dolida y con miedo. Él me sonrió como pudo para dedicarme una de las noticias
más dolorosas después de saber su pérdida de memoria.
-Mañana…regreso a Italia.
Sentenció, provocando en mí una rotura, una grieta, un
vacío.
No…
No quería que se fuera.
Quería que se quedara.
1-Daddy? ha voluto parlare di un problema e Alessandro. Sì, esattamente, il suo ritorno a casa…Lo voglio al più presto possibile.* = ¿Papá? Quiero hablarte sobre un problema de Alessandro. Si, exactamente, sobre su vuelta a casa. Quiero que sea lo antes posible.
2 -Non tornare in Italia, sto bene qui. Non si torna indietro! Papà, aspetta!*= No voy a volver a Italia, estoy bien aquí. ¡No voy a volver! ¡Papá, espera!
La voz que había escuchado era la de David, quien estaba
totalmente fijo y quieto observándonos a los dos, tanto a Aless como a mí.
¿Estaría en un problema yo o él? Suspirando y mirando a un costado, aparté la
muñeca de las manos del italiano para evitar así que hubiera más malentendidos.
Aunque creo que ya habían nacido desde antes.
-¿Debo recordar que ella es mi chica o el italiano aún no lo
tiene del todo claro?.-Soltó sin más, colocándose a mi lado y acercándome de
nuevo a él, como si fuera un objeto. ¿Un objeto…? Iba a decir algo, pero la voz
de Aless me interrumpió totalmente, en algo que me quedé sorprendida por dicha
reacción.
-Transparente.-Murmuró para luego sonreí.-Pero eso no quita
que pueda ser su amigo, ¿o también le vas a decir con quién debe
juntarse?-Sonreía con altanería, a lo que David no se quedó atrás y,
separándose de mí, se puso frente a Aless, como si fueran dos ciervos y
estuvieran a punto de pegarse con los cuernos para demostrar quién era más
macho de los dos. Patético. Me llevé la mano a la frente y suspiré: ya era
suficiente creía yo.
Pero de nuevo me interrumpieron ¡Qué manía, por dios!
Aunque cuando me giré…
-Yo creo que los chicos buenos no deben pelearse…-Murmuró la
voz de Lydia que se acercaba por el camino sonriendo, con el bolso colgado del
brazo como buena asquerosa que era. Rodé los ojos, ya que no quería ni mirarla.
Pero Aless, ese día, no dejaba de sorprenderme y sobre todo al oírle decir algo
por lo bajo.
-Bueno, ya estamos todos…-Susurró el italiano, fingiendo una
sonrisa hacia Lydia.-¡Hombre, mi niña aquí!.-Pero aquellas palabras me sentaron
mal. Muy mal.
-Deja de fingir que te alegras de verme, Alessito…-Abrí los
ojos al escuchar aquello, tanto como David, ya que tampoco esperaba tener que
escuchar aquello de la boca de Lydia. Miré de reojo a Aless, que se encontraba
sonriéndole como si nada, con las manos metidas en los bolsillos de nuevo. Como
si disfrutara hacerla enfadar.
-David, ¿puedes acompañarme un momento?.-Soltó Lydia de
repente, tirando de David sin esperar que éste le respondiera siquiera.
-¡Pero Lydia, espera!.-Gritó siendo tirado por ella,
dejándonos a Aless y a mí como al principio de todo. A solas.
Cuando la silueta de aquellos dos desapareció, Aless dirigió
la mirada hacia mi persona de nuevo, y yo lo noté. Pero no sabía ni qué decir
ni qué hacer, es más, mi mirada se centraba en el suelo blanco de mármol del
edificio. ¿Esto era el karma quizás?
-Por donde iba, bambina, ¿seguro que no nos conocemos de
antes?.-Se acercó a mí y agachó la cabeza intentando provocar que nuestras
miradas se cruzaras, pero la llevaba al lado contrario; unos segundos después
escuché una risa por su parte.-No sabía que eras tan vergonzosa, ¿acaso soy
demasiado guapo para que me mires a la cara?.-Se tocó la cara exagerando un
poco, fingiendo y dramatizando. Yo acabé soltando una risa, simplemente no la
pude contener demasiado.-Oh, eso está mucho mejor. Cuando sonríes está mejor
que una cara seria y arrugada, como las que pone mi…¿novia?.-Al escuchar
aquello me giré, con una ceja arqueada sin entender bien aquello último que
dijo.
-¿Novia? ¿Dudas que lo sea?.-Le pregunté sin cortarme lo más
mínimo y éste me devolvió una mirada acompañada de una sonrisa traviesa y
divertida.
-Ella dice que lo es, pero no la trato como tal, es más,
prefiero estar con otras chicas que con ella. Aunque esto no lo sabe, pero es
la verdad, desde que salí del hospital mi interés por ella nunca lo vi.-Se
quedó pensativo para luego volver a sonreírme.-Al contrario que contigo. Puedo
parecer un tanto pesado o acosador, pero me resultas familiar: cuando se me
mete algo en la cabeza no paro hasta averiguar qué es.-Con aquellas palabras
decidí desviar la mirada de nuevo, yo ya había empezado una relación con David
y volver a sentir esas cosquillas en el estómago cada vez que Alessandro
soltaba una frase…no era nada bueno.
-Pero no puedes sentir curiosidad por mí, porque tengo
pareja.-Dije de forma fría o eso intenté, pero noté cómo se acercó a mi oído
para susurrarme algo.
-A tu novio se le ve más ilusionado que a ti, bambina.-Dijo
sin cortarse un pelo, como siempre hacía. Yo le miré a los ojos, con el ceño
fruncido.
-¿Tú acaso me conoces para saber lo que siento por él?.-Puse
los brazos en jarra, esperando que respondiera.
-No, o por lo menos eso creo.-Entrecerró los ojos,
clavándome aquella mirada para luego agitar la mano, negando y soltando una
risa.-Vale, vale, si taaaanto quieres a tu novio, cuando vuelva pégale un gran
morreo. Pero de los que puedes demostrar pasión y amor. Solo dame una razón y
te dejaré de molestar.-Me guiñó un ojo y yo me puse roja, acordándome de P!nk; pero aún así roja como un tomate
porque parecía que podía leerme la cara y todos los pensamientos que estaban
cruzando mi mente en aquellos momentos.
Pero mientras yo mantenía esa conversación, por otro lado,
con menos risas y guiños, hablaban Lydia y David.
-¿Qué se supone que os pasa? ¿No es lo que querías,
Lydia?.-Preguntaba un enfadado David a la chica que parecía tener un cabreo
muchísimo mayor.
-¡No lo sé! Desde que salimos del hospital ha perdido todo
el interés por mí y se dedica a tontear con otras chicas. Pero te advierto una
cosa, David, como no apartes a esa niñata de mi camino, me la cargo. Me da
igual que tontee con las chicas delante de mí, pero no con ella.-Fruncía el
ceño, mascullando después.
-Pues te recuerdo que fuiste tú la que te las arreglaste
para que la gente que sí conocía su relación con Aless, se quitaran de en
medio.-Decía David dando vueltas por el lugar bastante incómodo por ello.
-¡Cállate! ¿Acaso no sabes lo que me costó amenazar a ese
estúpido italiano de tres al cuarto para que no dijera absolutamente nada?
Incluso tuve que usar mis armas con mi padre para que me diera acceso a las
fichas de sus trabajadores. Me costó mucho llegar a donde he llegado, así que
apártala de mi camino.-Pero cuando Lydia dejó de hablar, unos tacones sonaron
en el eco de la sala donde se habían colocado a hablar y mantener la
conversación.
-Vaya, vaya, vaya…se coge antes a un mentiroso que a un
cojo.-De detrás de una columna salió una chica alta, rubia, con un vestido y
cruzada de brazos mientras miraba a aquellos dos.