Me estaba sintiendo bien, ¿para qué mentir? El hecho de
sentir los labios de Aless junto a los míos era más que agradable, es más, me
estaba encantando totalmente. Notaba la sonrisa del italiano mientras me
besaba, seguramente no estaba acostumbrado a la efusividad de las chicas
españolas, pero para eso estaba yo, para demostrarle de lo que éramos capaces
de hacer por alguien que realmente nos interesaba. Cuando ya me di cuenta,
Aless me miraba a la cara después de haberse separado de mis labios, sonriendo
como un auténtico tonto. Solté una risa al ver dicha sonrisa, porque realmente
aumentaba su encanto el simple hecho de ver aquella sonrisa italiana en sus
labios.
-Hahaha, ¿qué pasa?.-Murmuraba el rubiales mientras me
miraba y ladeaba el rostro con curiosidad en su mirada. Yo negué con la cabeza
de forma suave mientras suspiraba y dirigía mi mirada a otro lado, a mi
alrededor, pero con una sonrisa en mis labios igual o peor que la que tenía el
italiano antes.
-Nada, simplemente estoy contenta. Me alegra haber venido
aquí contigo y eso que al principio no me parecía tan buena idea…-Susurré más
para mí que para mi propia pareja. Si, sonaba extraño que dijera pareja, pero
era como consideraba ahora a Aless. No mentía después de todo. Unos segundos
después, el italiano me estaba pasando el brazo por los hombros para atraerme a
él y susurrarme algo en el oído. Seguramente me diría cosas ñoñas y súper
bonitas como suele hacer siempre en ocasiones así; los italianos son conocidos
por ganarte mucho a través del oído ¿no? Me preparaba para lo que iba a decirme
y reírme después.
-No te enfades…pero Lydia está al final de la plazoleta.-Mis
ojos se ampliaron totalmente sin poder respirar por unos segundos al escuchar
aquello. ¿Qué coño hacía esa estúpida allí? Como quisiera, seguramente se
acercaría a nosotros para poder jodernos la cita totalmente…
Y cosa que pensaba, cosa que ocurría, porque por el rabillo
del ojo pude percatarme de que alguien se acercaba a nosotros. Para mi
desastre, no fue Lydia.
Fue David.
¿Me había mirado un tuerto, o qué? Suspiré y me giré para
encontrarme con el rostro de David, que aparentemente estaba normal, pero sabía
perfectamente que no le agradaba verme con Aless ni mucho menos. Sonreír de
forma falsa, sin ver aún el rostro del italiano ante aquel “fortuito”
encuentro.-Hola David, ¿qué haces aquí?.-Le miraba a los ojos, notándose que
estaba levemente cabreada. Pero él parecía ignorar totalmente mi enfado, además
de que no dejaba de apartar su mirada de quien era ahora mi pareja: se notaba y
se podía leer perfectamente lo que estaba pasando por su mente en esos
momentos.
-Pues estaba dándome una vuelta, quería refrescarme un poco
y comerme alguna hamburguesa de aquí. Parece mentira que no lo sepas, cuando
era lo que más hacíamos cuando estábamos juntos.-Murmuró sonriendo amablemente
mientras mi cara se fruncía mucho más. ¿De qué iba? ¿Estaba intentando hacer
sentirse incómodo a Aless? Le miré de reojo y me sonrió ampliamente mientras
pasaba su brazo por mi cintura para pegarme a él; unos segundos después miró a
David y, con aquella sorna en su sonrisa, le respondió.
-Bueno, pero ahora con quien está es conmigo y eso pertenece
al pasado, David, por lo que te pediría amablemente de que te fueras, ya que
haces sentir incómoda a mí novia.-Así de claro y así de cortante se presentó el
italiano, que sonreía como si nada, pero se podía cortar la tensión con un
cuchillo y unas tijeras también. A mi me encantó su respuesta y dejó a David bastante
tirado. Con las mismas, asintió.
-No sabía que era tu pareja, Zoe, pero me alegra saberlo
ahora. Vaya bien la velada muchachos.-Murmuraba con resignación a la vez que se
alejaba de nosotros con bastante rapidez. Había sido un ¡zas, en toda la boca! Asombrada
miré a Aless después de sus palabras.
-Increíble, has dejado tirado a David. Te mereces un
premio.-Susurré acercándome a su rostro con una elevación de cejas sugerentes.
Pero entonces, una vez me acerqué a él, le sonreí.-Te invito a otra
hamburguesa.-La cara de Aless era de sorpresa, evidentemente, porque creía otra
cosa. Pobrecito…
-Bueno, por ahora me conformaré con eso.-Mis ojos se
elevaron levemente, porque la sorprendida ahora era yo. Por unos momentos nos
habíamos olvidado de la presencia de Lydia en el otro extremo de la plazoleta,
donde simplemente se había dignado a observarnos en silencio sin que nos
diéramos cuenta ni mucho menos. Estábamos en nuestro pequeño mundo y nadie
entraría en él ni lo interrumpiría mientras estuviera en mis manos.
Pero desgraciadamente…Lydia no tardó en estar acompañada de
alguien que no nos esperaríamos ni mucho menos. Es más, aquella pareja podría
afectarnos mucho más a lo que nuestro futuro se refería.