jueves, 29 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capitulo 24 “I will always love you”

Un abrazo. Solo era un simple abrazo. Pero para mi mente quizás no era así…quizás había sido un gesto que no tendría que haber hecho nunca. ¿Por qué me sentí de aquella manera? ¿Por qué un escalofrío me recorrió la espalda al sentir que David empezaba a abrazarme de una manera mucho más cercana que antes? Cerré los ojos sin querer saber qué me estaba pasando realmente. ¿Aquella señal, aquellos escalofríos, eran acaso una forma de decir que seguía queriendo a este chico? Cuando pasaron unos minutos, David se apartó y me sujetó el rostro mirándome a los ojos, sonriendo de forma tierna.

-Tu cara lo dice todo…pero…querría oírlo.-Murmuró, mientras yo estaba allí, teniendo un contacto directo con su mirada y también un conflicto con mis sentimientos. ¿Mi cara lo decía todo? Cuando quise darme cuenta, me llevé una mano a la mejilla, notando que estaba húmeda. ¿Cuándo había llorado?

-Yo…yo…-Susurré, cuando algo me lo impidió; girándome al origen de un ruido me encontré a Lydia saliendo de la habitación al final del pasillo, junto a Alessandro vestido de calle. ¿Le habían dado el alta? David dirigió la mirada hacia aquel lugar de la misma manera que yo, pero quizás con una mirada un tanto diferente a la mía, es más, demostraba más seriedad de la habitual. Y es que todo lo relacionado con Aless no le gustaba y se notaba a leguas.

-Le han dado el alta.-Mencionó David de forma cortante, frunciendo levemente el ceño. Suspiré y giré el rostro al darme cuenta que Lydia nos había visto y se había dignado a sujetarse del brazo de Aless. No hacía falta que hiciera eso porque ya me daba cuenta que no quería que me acercara a él, había ganado pero al parecer no le bastaba con eso que me lo restregaba en la cara. Sin quitar el tema sobre David.
Pero esta vez no fue solo Lydia la que nos miraba. Aless se giró y también se quedó viéndonos. A los dos, tanto a David como a mí. En ese preciso momento, David colocó su mano en mi cintura, pegándome a él: por ese gesto puse una mala cara, pero sobre todo, aparté la mirada de Aless. Lo nuestro se había acabado.

Pero me perdí algo que no vi por el hecho de no querer enfrentarme a la realidad.

No vi que Aless fue a hablarme, sujetándose el colgante que aún llevaba puesto, pero Lydia tiró de él, provocando que avanzara y caminara para salir del hospital y alejarle de mí.

Fui la única que no lo vio.

Tonta de mí.

Cuando levanté la mirada de nuevo, Aless ya se alejaba por el pasillo rodeado de su gente: sus padres, hermana…y su novia.

¿Qué sintió mi corazón? Me pareció escuchar un leve “crack” dentro de mí.

Pero antes de que pudiera seguir con mis pensamientos, David me volvió a abrazar, mirándome y sonriendo.-No me respondiste.-Me clavaba su mirada. Yo suspiré sin más.

-Claro. ¿Un…si te vale?.-Le sonreí sin ganas algunas.

-Un "sí" es muchísimo para mí, Zoe.-Tras aquellas palabras me abrazó fuertemente.

Todo acabó.

Cada uno por su lado.


Que seas feliz, Aless. Yo también lo intentaré.



miércoles, 28 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capítulo 23 “Broken Strings”

¿Cuántas mentiras estaba destinada a oír a lo largo de mi vida y, sobre todo, en esos momentos? ¿Por qué Andreas…había mentido? Miré a todos, primero a la sonrisa sarcástica del rostro frío de Lydia, luego al desconocimiento personificado como era Aless, pero después…mis ojos se dirigieron a la mirada de quien estaba provocando más agobio en mi interior: Andreas.

-Andreas…¿qué demonios estás diciendo?.-Andreas solo se dignó a girar el rostro, volverme la cara e ignorar la pregunta que le acababa de hacer. De nuevo giré el rostro a Aless, que se encontraba sentado viendo aquella escena que seguro superaba las actuaciones de los circos. Patética. Mis ojos se humedecieron: no solo había sido traicionada, sino que además, tenía al chico que me gustaba frente a mí, mirándome como si fuera una loca que acababa de escaparse del manicomio. Sonriéndole de forma triste, una lágrima cayó y resbaló por mi mejilla, para no tardar en girarme. No comprendía nada y, por un tiempo, no iba a querer averiguar nada. Cada vez que intentaba una manera de acercarme a Aless, algo me lo impedía: cuando no era David, era Lydia y ahora… Andreas.

Salí de la habitación, otra vez. Cada vez que lo hacía, nada bueno ocurría.

Pero ya me daba por vencida.

Aless no tenía ni un simple intento de recordarme.

Nada.

Cerrando la puerta a mi espalda, me iba a dirigir a la puerta de la salida dispuesta a no volver nunca más al hospital o a cualquier zona que la relacionase con Aless o Lydia. Pero algo me lo impidió, físicamente hablando. Una mano me sujetó el antebrazo, parándome por ello y girándome, con las lágrimas en las mejillas pegadas como si nunca quisieran irse. Era David.

-Zoe…¿puedo hablar contigo? Y por favor, no llores…-Murmuró mientras alzaba la mano para apartar de mi aquellos pequeños elementos que detonaban tristeza, por lo menos a mí y en esos precisos momentos. Aunque eran algo más, era desesperación y abandono de fuerzas.

-Sí, tengo…todo el tiempo del mundo.-Me encogí de hombros sonriendo sin ninguna gana. Tras aquellas palabras, David me llevó a uno de los balcones del pasillo del hospital; se apoyó en la barandilla y miró al frente.

-¿Has pensado que quizás no ha sido tan malo que Aless pierda los recuerdos sobre ti?.-Me miró de reojo, serio pero demostrando que eran palabras nada ridículas para él.-¿Has pensado…que quizás haya sido una señal para que podamos volver a retomar lo que terminamos?.-Fue a tocarme la mano, pero yo no le dejé. De hecho, fruncí el ceño como si nada.

-¿Lo que terminamos? Más bien lo que tú terminaste cuando decidiste largarte sin decir absolutamente nada.-Fruncí más el ceño, dándole la espalda sin esperar mucho tiempo y cruzándome de brazos, poniéndome a la defensiva.

-Por favor, Zoe, sé que he cometido muchos errores a lo largo de mi vida, pero si hay algo que pienso todas las noches es el hecho de arrepentirme por lo que te hice. Por haberte dejado de aquella manera.-Se acercó por mi espalda y me abrazó por la cintura, colocando la frente pegada totalmente a mi hombro. Quise apartarlo, pero estaba tan cansada de todo que simplemente le dejé, esperaba que soltase todas esas patrañas y me dejara en paz. Que no continuara por el camino que estaba siguiendo, ya que sabía que si lo hacía, volvería a llorar. Volvería a recordar. Volvería…¿a querer?

-Zoe…abrázame aunque sea la última vez, pero házlo. Después respóndeme, por favor…-Susurraba en mi nuca: yo no tardé en cerrar los ojos. ¿Un abrazo? Me giré y, abriendo los ojos, le miré a la cara para no tardar en estirar los brazos y abrazarle.


¿David era un tren perdido…o seguía siendo parte de mi vida?


domingo, 25 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capítulo 22 “Absurda Cenicienta”.

Dejé el hospital a mis espaldas. Corría intentando tranquilizarme después de lo que había visto y oído, ignorando totalmente la voz que parecía ser la de David, queriendo detenerme en mi marcha de la habitación y del edificio en general. Muchos golpes me di con un muro que no podía romperse, con un muro que era transparente y me permitía ver lo que no podía alcanzar, pero además, que me limitaba sin dejarme avanzar. 

Un muro de cristal que nunca podría romper.

Al rato llegué a mi casa, abriendo la puerta y entrando directamente en mi habitación, sin saludar, sin decir absolutamente nada; incluso me había encontrado con Andreas en el portal y ni me di cuenta de ello, ya que mis ojos se encontraban totalmente inundados de lágrimas reprimidas. Lágrimas que pedían a gritos brotar por mis mejillas y escapar para una calma tanto de ellas como mía. Tras tirarme en la cama boca abajo, tapándome la cara y pegándola a la almohada, escuché a alguien llamar a mi puerta. Era mi hermana.

-¿Zoe, qué te pasa? ¿Qué ha pasado para que estés así?-Me preguntó asustada, pero yo solo mentí de una manera un tanto mala.

-Nada, que necesito descansar, no te preocupes Nati.-Le dije para suspirar y respirar hondo después, quería desahogarme.

Y comencé a llorar.

Lágrima tras lágrima, recordando aquellas palabras de Aless o de la sombra de lo que había sido aquel italiano idiota que conocí a través de un fortuito mensaje en una red social. No sabía qué había sido más certero, si el hecho de que recordara solo a la estúpida de Lydia o que fuera él mismo quien me dijera que me marchara, ya que “no pintaba nada allí”. Levanté mi mirada y me fijé en la ventana que se encontraba en la habitación, abierta, donde había un pequeño pájaro apoyado en el tendero exterior que llegaba desde la cocina hasta allí. Piaba, estando solo, pero cuando me puse derecha y acabé sentada en la cama, se fue volando. ¿Qué podía hacer? Lydia había ganado, había tenido más suerte. Limpiándome las lágrimas decidí respirar hondo y mirar al techo: ¿debía huir como el pájaro, con cualquier movimiento o acto que me asustase?

Fruncí el ceño.

No.

No me iba a dar por vencida. Sino… ¿qué clase de española estaría hecha si me rendía a la mínima de cambio? Eso lo harían muchos, pero yo no. Yo no me iba a dejar vencer por una barbie de tres al cuarto. ¿Aless había recordado a Lydia? Seguro que podría recordarme a mí, no me iba a debilitar por sus frías palabras. Porque realmente no era él quien hablaba, sino su desconocimiento.

Debía recapacitar e intentar recordar quién sabía de mi relación con Aless. Luna, Andreas, Lydia, David… ¡Eso es! ¡Andreas! Me levanté de forma rápida de la cama, dispuesta a ir a su piso a hablar con él cuanto antes. Si tenía al compañero de piso de Aless a mi favor, sería más gente que podrían intentar ayudarme a devolverle los recuerdos a ese italiano con complejo de pescado. Saliendo de mi casa enseguida, llamé a la puerta de Andreas, aún con los ojos algo irritados de haber estado llorando. Me abrió enseguida y miró sorprendido.

-¿Zoe? ¿Qué ha pasado? -Me miró, dejándome entrar, pero yo ya no solté una lágrima más. Fui decidida a explicarle mis planes y todo lo ocurrido con el accidente, los recuerdos de Aless y sobre todo, del problema más grande: Lydia.

Tras un rato, sentada en el sofá de Andreas y éste frente a mí, mirándome, asintió con una sonrisa en la cara.-Bien, entonces hagamos que esa garrapata se arrepienta de lo que ha hecho con nuestra bambina. Y sobre todo con el tonto de mi amigo.-Solté una risa: bien, estaba sonriendo y solté una risa además. Mis ánimos aumentaban por momentos.

-Tengo que ir a comprar unas cosas, ¿me acompañas y seguimos hablando, Zoe?.-Me decía mientras se levantaba a coger su cartera.

-Sin problemas, debo hacerle unos mandados a mi madre también.-Murmuré levantándome del sofá, saliendo de casa de Andreas junto a él. Bajamos al portal y cuando íbamos a salir completamente, me encontré de frente a David, el cual se quedó sorprendido mirando a Andreas y luego a mí.

-¡Zoe!, ¡menos mal! ¿Cómo estás? Ayer te fuiste corriendo del hospital…-Murmuró, cogiéndome de la mano, aunque enseguida la aparté.

-Mejor, aunque no me sentó bien lo que tuve que aguantar en aquella habitación.-Miré a un lado.-Lo siento David, pero tenemos prisa.-Sonriéndole sin ganas algunas, me alejé de nuevo con Andreas, donde comenzábamos a hablar de nuevo sobre lo que haríamos una vez llegásemos al hospital al siguiente día.

Y así fue, pasó el día y me dirigí al hospital a primera hora de la mañana. Había quedado allí con Andreas, porque pronto le iban a dar el alta a Alessandro y debíamos intentarlo antes de que las cosas empeorasen.
Cuando llegué, Andreas ya estaba allí y sonriéndole, me acerqué.

-Zoe, espera…-Susurró antes de que entrara en la habitación, cuando lo hice, allí estaba de nuevo Lydia, sujetando de la mano a Aless como si se lo fueran a quitar.

-El retorno de la farsante.-Dijo sonriéndome frente a Aless, quien pareció sorprendido de nuevo al verme. Pensaría que estaba loca.

-Cállate Lydia.-Abriendo la puerta, hice pasar a Andreas, quien se alegró de ver a Alessandro, aunque puso muy mala cara al ver a Lydia de aquella manera.

-Bien, Aless, este es Andreas, tu compañero de piso. Debe decirte algo importante.-Murmuré para pegarle un leve codazo al moreno para que lo soltase.

-Sí, debo decirte algo.-Me puse a su lado, mirándole, aunque noté algo raro en su mirada.

-Dile…quien soy, Andreas.-Le decía, notando la mirada de Lydia en nosotros.

-Eso Andreas…dile quién es.-Sonrió Lydia, mirando de forma furtiva al italiano.

-Es…es la novia de David.-Dijo mirando al suelo.

Mis ojos se ampliaron.

Mi respiración se cortó.


¿Qué…?


jueves, 22 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capítulo 21 "El comienzo del final"

-¿Quién es ella, doctor?.-Preguntó un Alessandro al que no conocía en absoluto. No sabía quién era yo: eso me estaba afectando bastante. El médico se acercó corriendo al chico italiano al ver mi reacción, teniendo en cuenta que simplemente no esperaba que aquella persona no reconociera a su pareja. Le revisó con la linterna y suspiró, mirándome después con una cara de preocupación bastante visible.

-Señorita, será mejor que salgamos fuera y llamemos a los padres de Aless.-Me susurró, mirando de reojo al chico que se encontraba en la cama mirándonos con un confuso…rostro. Yo suspiré con resignación. 

Tenía ganas de llorar, la verdad.

Cuando salimos tanto el médico como yo de la habitación, David y Lydia seguían allí sentados: enseguida se levantaron y acercaron. El médico suspiró y se apartó las gafas, tocándose la sien con algo más que preocupación.-Señorita, debo comunicarle, aunque solo me ciño a los síntomas y lo que ha ocurrido dentro de la habitación, que su pareja tiene amnesia temporal debido al traumatismo del accidente.-Mis ojos se ampliaron, llevándome las manos a la boca y tapándomela para evitar así que salieran de mis labios un quejido. No había que llorar, no había que llorar…

-¿Y a qué se refiere con amnesia temporal? ¿Acaso…no la recuerda a ella, doctor?-Preguntó Lydia, sonriendo de lado para luego simular preocupación delante del médico.

-Pues a ella no la ha reconocido, pero desconozco hasta que momento recuerda y deja de recordar. Lo dejaremos en observación y haremos más pruebas para saber si alguna parte de su cerebro está siendo gravemente afectada o no.-Con aquellas palabras, el médico se retiró, dándonos la espalda a los tres. Yo me fui enseguida a la silla para poder descansar, no era una gran noticia. David me acompañó y se sentó a mi lado: pero Lydia parecía que acababa de recibir un premio, porque tenía una sonrisa totalmente alegre en la cara.

-Vaya, vaya, vaya…si al final vas a desaparecer de su vida más rápido de lo que yo quería…-Soltó cruzándose de brazos sonriendo con sorna, pero entonces me levanté, con los ojos fuertemente cerrados y con los puños de igual manera.

-¡Escúchame, Lydia! ¡No quiero saber nada de ti, esto es problema de los padres de Aless y mío! ¡Así que cállate de una vez si no quieres que te llene la boca de zapatos!.-Gritándole aquello la miré cabreada a los ojos, pero ella…no se echó atrás.

-¿Acaso conoces a sus padres? ¿A su hermana?.-Levantó una ceja, con aún aquella sonrisa asquerosa en su cara.

Pero antes de que pudiera responderle, mi teléfono móvil sonó: era Luna. Me alejé de la sala de espera y cogí el teléfono. Luna preguntaba qué había pasado, si estaba bien y dónde me encontraba en esos momentos. Cuando le dije que Aless había tenido un accidente…el susto y la sorpresa sonaban a través del teléfono sin tenerla si quiera frente a mí. Se sorprendió y bastante, tanto fue así que decidió ir al hospital. Mientras llegaba y no, decidí echarme a dormir en la sala de espera. Lydia decidió quedarse calladita en una silla junto a David.

Pasó una media hora, cuando un olor a frambuesa me despertó: al abrir los ojos me encontré con Luna, despertándome. Ese olor era su perfume, algo muy habitual en ella. Sonriendo medio adormilada, la saludé: pero su rostro seguía teniendo el susto en él. Un mal presentimiento me recorrió la columna hasta la nuca.
Vi mucho barullo, había gente que no conocía en absoluto en aquella sala. 

Pero algo me dio mala espina: Lydia no estaba y David tampoco. Levantándome corriendo, me dirigí a la habitación de Aless: no me fiaba de aquella arpía ni mucho menos.

Pero cuando entré en la habitación, por un segundo, quise no haberlo hecho.

Lydia estaba sentada en una silla junto a la cama de Aless. 

Ambos…se daban la mano.

Una pareja de personas un tanto más mayores me miraban asustados por la manera que entré en la habitación.

-Bambina, ¿quién eres? .-Me preguntó el hombre de canosos cabellos con un acento que no parecía ser de aquí.

-Yo soy la…-en ese momento me interrumpió Lydia, levantándose con una sonrisa en el rostro sin soltar la mano de Aless.

-Suegros, esta es una conocida de Aless, aunque ella no la recuerda. Querida, si puedes marcharte mejor, esto solo es asunto de mi novio y su familia…-Afiló la mirada sonriendo de la peor manera que podía sonreír. Aless me miraba sin ninguna expresión en el rostro, solo se sujetaba un colgante de forma inconsciente, hasta que abrió los labios para hablar.

¡Al fin!

-Lydia tiene razón, no pintas nada aquí.-Cortante, como un trozo de hielo, como congelarse en pleno mar Atlántico por la noche. Así me sentí. ¿La recordaba a ella…?

No podía soportarlo más.

Salí corriendo de la habitación, empezando a dejar fluir las lágrimas que tenía contenidas desde que entré en el hospital, desde que supe lo que le ocurrió a Aless, desde que negó mi existencia frente a todos. Desde que recordó a Lydia y no a mí.

-¡Zoe!.-Alguien gritó mi nombre para seguirme corriendo.

Pero no iba a parar.

Esto era el comienzo del final.


miércoles, 21 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capítulo 20 "En cambio no".

Un hospital. Una sala. Tres personas y una sola pregunta: ¿Por qué?  Era la cuestión que me rondaba por la cabeza al ver a David acercarse a Lydia de una manera tan peculiar, tan familiar, tan…cercana. Mi mirada se afiló de manera inmediata, observando la silueta de aquellas dos personas.

-Vuelvo a preguntarlo…¿de qué os conocéis?.-Murmuré bastante molesta, cuando pude percibir la mirada triunfadora de Lydia sobre mí, como si hubiese ganado algo con haberles hecho aquella pregunta.

-Coincidimos…en la discoteca de aquí. Justamente en la que casi te desmayas. Una lástima que David todavía te quisiera lo suficiente como para sacarte de allí. Yo habría preferido que te pisotearan como a las cucarachas.-David tiró del brazo de la italiana bastante molesto por aquellas palabras.

-Basta Lydia.-Dijo para no tardar en dirigir su mirada a mi.-Fue por casualidad, nada más.-Mi mirada se abrió muchísimo más. ¿Casualidad? ¡Y una mierda! Me puse en pie, intentando calmarme después de todo lo que había vivido, intentando asimilar que su encuentro solo fue fortuito, aunque lo dudaba muchísimo. Aunque decidí callarme, la situación era demasiado sensible y delicada como para ponerse a discutir en medio de una sala de espera; aunque ganas no me faltaban de tirar de los pelos a aquella italiana engreída. David decidió sentarse a mi lado y cogerme de la mano fuertemente. Pero ya no me importaba, mi primera y única preocupación era Aless. Solo Aless.

Pasaron diez.

Quince.

Veinte minutos.

Cuando de repente salió de una de las salas un médico.-¿Alessandro? .-Murmuró, provocando que levantara la cabeza sorprendida, levantando la mano para señalarle al señor que era yo la que estaba con él.

-¡Aquí!-Se acercó de forma lenta, con unos papeles en las manos, para no tardar en levantar la mirada y dirigirla a mi rostro preocupado.

-¿Eres su pareja?.-Preguntó, para yo asentirle: en aquellos momentos Lydia hizo el amago de hablar, pero se detuvo gracias a David que la paró en seco, pareciendo que sabía sus intenciones.

-Sí, lo soy, ¿cómo está? Por favor, dígame algo.-Le pedía bastante asustada de lo que me pudiera decir. Pero una sonrisa se dibujó en el rostro cansado y agotado del médico.

-Tranquila, está estable y despierto, afortunadamente. Tiene unos golpes, pero debemos realizarle radiografías y más revisiones en caso de que haya sufrido cualquier otro tipo de traumatismo no visible.-Diciendo aquello, me hizo una señal para que le siguiera al interior de la habitación donde se encontraba Aless tumbado con la bata del hospital puesta. Cuando el médico y yo entramos, él se puso derecho: pero había algo en él que no me cuadraba. No me sonrió al verme. Solo miraba confuso al médico.
.
.
.
-Doctor…¿quién es ella?.

Esas palabras sonaron como eco en mi cabeza. 

Como una puñalada en el corazón ardiendo.

Mi rostro pálido y cuerpo tembloroso.

-¿Cómo...?


¿Dónde…estaba el Aless que conocí?