miércoles, 17 de julio de 2013

50-49 Sombras

Capítulo 16 "How deep is your love?"

Estaba nerviosa, ¿para qué mentir? El hecho de pensar en algo que ponerme para lo que iba a ser una cita entre Alessandro y yo pues me animaba bastante, me sentía como una adolescente, de esas de quince o dieciséis años, que se preparaba para salir con el chico que quería conocer durante tanto tiempo. Con la diferencia de unos cuatro o tres años, aproximadamente, porque los nervios estaban de igual manera. ¡Por dios, necesitaba ayuda con la ropa! Mi hermana apareció en mi rescate como un querido ángel, aconsejándome ponerme unos pantalones cortos vaqueros, con unas romanas marrones junto a un chaleco blanco caído por el hombro. Me encantaban esas cosas, pero además, me peinó para un lado, haciéndome un recogido. Sospechaba algo, el por qué me ponía tan pesada con qué ropas ponerme cuando solía ponerme cosas que conjuntasen y nada más, pero por alguna razón que desconocía…no me preguntó nada en absoluto. Algo muy raro viniendo de mi hermana Natalia.

Pero quitando aquellos pensamientos de mi cabeza, cogí un bolso que me regalaron las niñas de mi clase por mi cumpleaños, aquellas niñas que nos hacíamos conocer como las “xoxoloves” y que siempre estábamos de risas. ¡Qué buenos momentos pasé en el bachiller!

Ya estaba lista para mi cita.

Pero no era la única, porque cuando salí me encontré con un gran muchacho de ojos azules y cabellos dorados mirándome con una sorpresa en su cara. Llevaba unos pantalones vaqueros que le sentaban muy bien, junto a una camisa sencilla de color azul: sus zapatos me gustaban mucho, eran unas especies de deportivas para salir de color negras.

Entonces le sonreiría de forma tranquila, mirándole a la cara con una ceja arqueada.-¿Qué te pasa, señor pitufo?.-Le decía con serenidad mientras mis ojos no podían evitar darle un repaso a todo el conjunto en sí. Éste empezó a reírse.

-Vaya, la guerrera está preciosa vestida de principessa, ¿a dónde va en esta noche tan encantadora?.-Me decía, fingiendo claramente por si alguna que otra cotilla tras la puerta de mi casa se dignaba a espiarme demasiado. Aunque dudaba que mi hermana fuese tan tonta como para no darse cuenta de la química que teníamos tanto Aless como yo solo con vernos.

-Pues he quedado con alguien, ¿le parece bien?.-Mientras me sonreía, ladeó el rostro con una mano sobre su propia cintura.

-Ningún problema en ello, que disfrute mucho principessa.-Mirándome con aquel brillo travieso en sus ojos me dio la espalda y bajó las escaleras; yo no tardé en hacer lo mismo y cuando estaba ya saliendo del portal, recibí un jalón desde mi cintura, que me llevaba a la parte de atrás de la columna. Era Aless.

-¿Hay que seguir haciendo el papel delante de tu puerta, Zoe?.-Arqueaba una ceja interesado en mi respuesta, por lo que simplemente me encogí de hombros.

-Por si acaso, ¿vale? Prometo que esto no durará eternamente ni mucho menos…-Me interrumpió besándome en los labios con ternura, luego se separó de mi rostro para guiñarme un ojo sonriendo pícaramente.

-Lo he captado, principessa guerrera, vámonos a por esas hamburguesas en la “Plaza de las santas”.-Solté una risa y tiré de su mano para salir corriendo del portal mientras me seguía riendo.

-¡Es “Plaza de las monjas”, italiano pitufín!.-Mis risas adornaban toda la calle por donde pasábamos, incluso los transeúntes se nos quedaban mirando por cada lugar que íbamos; pero es que la sonrisa de aquel chico rubio que estaba siendo tirado por una loca española como yo era más que increíble, es más, era más que encantadora.

Una vez estábamos cerca del centro, caminábamos por el lugar mirando a nuestro alrededor, yo sobre todo a la gente que estaba por allí: y era normal teniendo en cuenta la cantidad de gente por el calor inmensa que estaba haciendo, aún después de que hubiese oscurecido. Cuando giré mi rostro, me encontré a Aless mirándome de reojo, algo que me sorprendió y sacó una sonrisa enseguida.-¿Qué pasa?.-Le preguntaba mientras seguíamos andando.

Acercándose a mi oído me susurró algo.-Que estoy esperando el momento que me digas que ya no es secreto lo nuestro para poder cogerte de la mano.-Aquellas palabras me hicieron sonrojarme, ¿tan importante era para él, que quería tomarme ya de la mano? Miré al frente pensando un poco sobre aquellas palabras que acababa de escuchar, quizás no era tan malo que se dijera, quitando los pensamientos futuros que mis padres pudieran mencionarme en cualquier momento. Suspiré, para darme cuenta de que ya estábamos en la plaza a la que quería ir: no tardé en visualizar uno de los kioskos que vendían aquellas maravillosas hamburguesas. Tirando de Alessandro, acabamos en una pequeña cola, pero antes de que pudiera el italiano decir nada, pedí yo las hamburguesas. Aquel rubiales debía probar unas buenas hamburguesas de verdad.

Una vez nos las dieron, le di la suya a mi acompañante, sonriendo y esperando que la probase.-¿Por qué las has comprado tú? Dije que te invitaría yo, principessa.-Murmuró para darle un bocado a dicho alimento: sus ojos se abrieron y en sus labios se dibujó otra sonrisa igual que la mía al probar mi propia hamburguesa.-¡Deliciosa!.-Comentaba mientras nos sentábamos en uno de los bordes de la fuente principal de la plaza, con el agua de la misma por detrás.

-Te lo dije.-Canturreaba mientras me seguía comiendo mi hamburguesa.-He pagado yo la primera ronda porque sé que querrás comerte otra.-Cuando dije aquello el rubiales se sorprendió, como si realmente le hubiese leído la mente.

-Touché.-Me diría para luego mirarme algo curioso, acercándose a mi rostro y soltar una risa mientras notaba la suavidad de uno de sus dedos recorrerme la parte superior del labio.-Una principessa debe ser más limpia, no dejarse restos de tomate en los labios.-Mirándome a los ojos, se quedó así durante unos segundos mientras de fondo se escuchaba una canción bastante versionada por años. Se fue a separar, pero mis manos fueron más rápidas y se dirigieron a ambas mejillas ajenas, para atraerlo a mí y darle un gran beso delante de toda persona que estuviera cerca de nosotros. 

A la mierda los secretos y ocultarse.


Pero no me daría cuenta que una de esas miradas hacia nosotros podrían ser más que nocivas para nuestra relación.


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