domingo, 25 de mayo de 2014

50-49 Sombras

Capítulo 22 “Absurda Cenicienta”.

Dejé el hospital a mis espaldas. Corría intentando tranquilizarme después de lo que había visto y oído, ignorando totalmente la voz que parecía ser la de David, queriendo detenerme en mi marcha de la habitación y del edificio en general. Muchos golpes me di con un muro que no podía romperse, con un muro que era transparente y me permitía ver lo que no podía alcanzar, pero además, que me limitaba sin dejarme avanzar. 

Un muro de cristal que nunca podría romper.

Al rato llegué a mi casa, abriendo la puerta y entrando directamente en mi habitación, sin saludar, sin decir absolutamente nada; incluso me había encontrado con Andreas en el portal y ni me di cuenta de ello, ya que mis ojos se encontraban totalmente inundados de lágrimas reprimidas. Lágrimas que pedían a gritos brotar por mis mejillas y escapar para una calma tanto de ellas como mía. Tras tirarme en la cama boca abajo, tapándome la cara y pegándola a la almohada, escuché a alguien llamar a mi puerta. Era mi hermana.

-¿Zoe, qué te pasa? ¿Qué ha pasado para que estés así?-Me preguntó asustada, pero yo solo mentí de una manera un tanto mala.

-Nada, que necesito descansar, no te preocupes Nati.-Le dije para suspirar y respirar hondo después, quería desahogarme.

Y comencé a llorar.

Lágrima tras lágrima, recordando aquellas palabras de Aless o de la sombra de lo que había sido aquel italiano idiota que conocí a través de un fortuito mensaje en una red social. No sabía qué había sido más certero, si el hecho de que recordara solo a la estúpida de Lydia o que fuera él mismo quien me dijera que me marchara, ya que “no pintaba nada allí”. Levanté mi mirada y me fijé en la ventana que se encontraba en la habitación, abierta, donde había un pequeño pájaro apoyado en el tendero exterior que llegaba desde la cocina hasta allí. Piaba, estando solo, pero cuando me puse derecha y acabé sentada en la cama, se fue volando. ¿Qué podía hacer? Lydia había ganado, había tenido más suerte. Limpiándome las lágrimas decidí respirar hondo y mirar al techo: ¿debía huir como el pájaro, con cualquier movimiento o acto que me asustase?

Fruncí el ceño.

No.

No me iba a dar por vencida. Sino… ¿qué clase de española estaría hecha si me rendía a la mínima de cambio? Eso lo harían muchos, pero yo no. Yo no me iba a dejar vencer por una barbie de tres al cuarto. ¿Aless había recordado a Lydia? Seguro que podría recordarme a mí, no me iba a debilitar por sus frías palabras. Porque realmente no era él quien hablaba, sino su desconocimiento.

Debía recapacitar e intentar recordar quién sabía de mi relación con Aless. Luna, Andreas, Lydia, David… ¡Eso es! ¡Andreas! Me levanté de forma rápida de la cama, dispuesta a ir a su piso a hablar con él cuanto antes. Si tenía al compañero de piso de Aless a mi favor, sería más gente que podrían intentar ayudarme a devolverle los recuerdos a ese italiano con complejo de pescado. Saliendo de mi casa enseguida, llamé a la puerta de Andreas, aún con los ojos algo irritados de haber estado llorando. Me abrió enseguida y miró sorprendido.

-¿Zoe? ¿Qué ha pasado? -Me miró, dejándome entrar, pero yo ya no solté una lágrima más. Fui decidida a explicarle mis planes y todo lo ocurrido con el accidente, los recuerdos de Aless y sobre todo, del problema más grande: Lydia.

Tras un rato, sentada en el sofá de Andreas y éste frente a mí, mirándome, asintió con una sonrisa en la cara.-Bien, entonces hagamos que esa garrapata se arrepienta de lo que ha hecho con nuestra bambina. Y sobre todo con el tonto de mi amigo.-Solté una risa: bien, estaba sonriendo y solté una risa además. Mis ánimos aumentaban por momentos.

-Tengo que ir a comprar unas cosas, ¿me acompañas y seguimos hablando, Zoe?.-Me decía mientras se levantaba a coger su cartera.

-Sin problemas, debo hacerle unos mandados a mi madre también.-Murmuré levantándome del sofá, saliendo de casa de Andreas junto a él. Bajamos al portal y cuando íbamos a salir completamente, me encontré de frente a David, el cual se quedó sorprendido mirando a Andreas y luego a mí.

-¡Zoe!, ¡menos mal! ¿Cómo estás? Ayer te fuiste corriendo del hospital…-Murmuró, cogiéndome de la mano, aunque enseguida la aparté.

-Mejor, aunque no me sentó bien lo que tuve que aguantar en aquella habitación.-Miré a un lado.-Lo siento David, pero tenemos prisa.-Sonriéndole sin ganas algunas, me alejé de nuevo con Andreas, donde comenzábamos a hablar de nuevo sobre lo que haríamos una vez llegásemos al hospital al siguiente día.

Y así fue, pasó el día y me dirigí al hospital a primera hora de la mañana. Había quedado allí con Andreas, porque pronto le iban a dar el alta a Alessandro y debíamos intentarlo antes de que las cosas empeorasen.
Cuando llegué, Andreas ya estaba allí y sonriéndole, me acerqué.

-Zoe, espera…-Susurró antes de que entrara en la habitación, cuando lo hice, allí estaba de nuevo Lydia, sujetando de la mano a Aless como si se lo fueran a quitar.

-El retorno de la farsante.-Dijo sonriéndome frente a Aless, quien pareció sorprendido de nuevo al verme. Pensaría que estaba loca.

-Cállate Lydia.-Abriendo la puerta, hice pasar a Andreas, quien se alegró de ver a Alessandro, aunque puso muy mala cara al ver a Lydia de aquella manera.

-Bien, Aless, este es Andreas, tu compañero de piso. Debe decirte algo importante.-Murmuré para pegarle un leve codazo al moreno para que lo soltase.

-Sí, debo decirte algo.-Me puse a su lado, mirándole, aunque noté algo raro en su mirada.

-Dile…quien soy, Andreas.-Le decía, notando la mirada de Lydia en nosotros.

-Eso Andreas…dile quién es.-Sonrió Lydia, mirando de forma furtiva al italiano.

-Es…es la novia de David.-Dijo mirando al suelo.

Mis ojos se ampliaron.

Mi respiración se cortó.


¿Qué…?


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