-¿Quién es ella, doctor?.-Preguntó un Alessandro al que no
conocía en absoluto. No sabía quién era yo: eso me estaba afectando bastante.
El médico se acercó corriendo al chico italiano al ver mi reacción, teniendo en
cuenta que simplemente no esperaba que aquella persona no reconociera a su
pareja. Le revisó con la linterna y suspiró, mirándome después con una cara de
preocupación bastante visible.
-Señorita, será mejor que salgamos fuera y llamemos a los
padres de Aless.-Me susurró, mirando de reojo al chico que se encontraba en la
cama mirándonos con un confuso…rostro. Yo suspiré con resignación.
Tenía ganas
de llorar, la verdad.
Cuando salimos tanto el médico como yo de la habitación,
David y Lydia seguían allí sentados: enseguida se levantaron y acercaron. El
médico suspiró y se apartó las gafas, tocándose la sien con algo más que
preocupación.-Señorita, debo comunicarle, aunque solo me ciño a los síntomas y
lo que ha ocurrido dentro de la habitación, que su pareja tiene amnesia
temporal debido al traumatismo del accidente.-Mis ojos se ampliaron, llevándome
las manos a la boca y tapándomela para evitar así que salieran de mis labios un
quejido. No había que llorar, no había que llorar…
-¿Y a qué se refiere con amnesia temporal? ¿Acaso…no la
recuerda a ella, doctor?-Preguntó Lydia, sonriendo de lado para luego simular
preocupación delante del médico.
-Pues a ella no la ha reconocido, pero desconozco hasta que
momento recuerda y deja de recordar. Lo dejaremos en observación y haremos más pruebas
para saber si alguna parte de su cerebro está siendo gravemente afectada o
no.-Con aquellas palabras, el médico se retiró, dándonos la espalda a los tres.
Yo me fui enseguida a la silla para poder descansar, no era una gran noticia.
David me acompañó y se sentó a mi lado: pero Lydia parecía que acababa de
recibir un premio, porque tenía una sonrisa totalmente alegre en la cara.
-Vaya, vaya, vaya…si al final vas a desaparecer de su vida
más rápido de lo que yo quería…-Soltó cruzándose de brazos sonriendo con sorna,
pero entonces me levanté, con los ojos fuertemente cerrados y con los puños de
igual manera.
-¡Escúchame, Lydia! ¡No quiero saber nada de ti, esto es
problema de los padres de Aless y mío! ¡Así que cállate de una vez si no
quieres que te llene la boca de zapatos!.-Gritándole aquello la miré cabreada a
los ojos, pero ella…no se echó atrás.
-¿Acaso conoces a sus padres? ¿A su hermana?.-Levantó una
ceja, con aún aquella sonrisa asquerosa en su cara.
Pero antes de que pudiera responderle, mi teléfono móvil
sonó: era Luna. Me alejé de la sala de espera y cogí el teléfono. Luna
preguntaba qué había pasado, si estaba bien y dónde me encontraba en esos
momentos. Cuando le dije que Aless había tenido un accidente…el susto y la
sorpresa sonaban a través del teléfono sin tenerla si quiera frente a mí. Se
sorprendió y bastante, tanto fue así que decidió ir al hospital. Mientras
llegaba y no, decidí echarme a dormir en la sala de espera. Lydia decidió
quedarse calladita en una silla junto a David.
Pasó una media hora, cuando un olor a frambuesa me despertó:
al abrir los ojos me encontré con Luna, despertándome. Ese olor era su perfume,
algo muy habitual en ella. Sonriendo medio adormilada, la saludé: pero su
rostro seguía teniendo el susto en él. Un mal presentimiento me recorrió la
columna hasta la nuca.
Vi mucho barullo, había gente que no conocía en absoluto en
aquella sala.
Pero algo me dio mala espina: Lydia no estaba y David tampoco.
Levantándome corriendo, me dirigí a la habitación de Aless: no me fiaba de
aquella arpía ni mucho menos.
Pero cuando entré en la habitación, por un segundo, quise no
haberlo hecho.
Lydia estaba sentada en una silla junto a la cama de Aless.
Ambos…se daban la mano.
Una pareja de personas un tanto más mayores me miraban
asustados por la manera que entré en la habitación.
-Bambina, ¿quién eres? .-Me preguntó el hombre de canosos
cabellos con un acento que no parecía ser de aquí.
-Yo soy la…-en ese momento me interrumpió Lydia, levantándose
con una sonrisa en el rostro sin soltar la mano de Aless.
-Suegros, esta es una conocida de Aless, aunque ella no la
recuerda. Querida, si puedes marcharte mejor, esto solo es asunto de mi novio y
su familia…-Afiló la mirada sonriendo de la peor manera que podía sonreír.
Aless me miraba sin ninguna expresión en el rostro, solo se sujetaba un
colgante de forma inconsciente, hasta que abrió los labios para hablar.
¡Al fin!
-Lydia tiene razón, no pintas nada aquí.-Cortante, como un trozo
de hielo, como congelarse en pleno mar Atlántico por la noche. Así me sentí.
¿La recordaba a ella…?
No podía soportarlo más.
Salí corriendo de la habitación, empezando a dejar fluir las
lágrimas que tenía contenidas desde que entré en el hospital, desde que supe lo
que le ocurrió a Aless, desde que negó mi existencia frente a todos. Desde que
recordó a Lydia y no a mí.
-¡Zoe!.-Alguien gritó mi nombre para seguirme corriendo.
Pero no iba a parar.
Esto era el comienzo del final.
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