Mis ojos estaban como los platos de la vajilla de mi abuela:
blancos y grandes. ¡Dios, qué vergüenza estaba pasando en el momento en que vi
entrar por la puerta a Andreas! A saber qué estaría pensando nada más me vio a
mi besándome con quien era su compañero de piso. Una de dos: o que se lo
esperaba…o es que simplemente le daba igual. No es que la presencia de Andreas
me incomodara del todo, que también, pero él había descubierto un secreto que
momentos atrás le pedí a Aless que se mantuviera.
-Emm…Andreas verás, esto…-Murmuraba cuando éste levantó una
mano e hizo un gesto para que me
tranquilizara mientras se dibujaba una sonrisa en su rostro: pronto escucharía
risas a mi espalda. Era Alessandro riéndose mientras miraba a su compañero, el
cual soltó una risa de la misma intensidad.
-No te preocupes Zoe, es algo que no me termina de
sorprender, aunque si me asusté al verme a una parejita besándose en la entrada
de mi casa. Por un momento creí que era Aless con otra chica.-Soltó otra risa, pero
eso a mi no me hizo tanta gracia como a ellos. Miré de reojo al italiano rubio
y fruncí el ceño levemente.
-¿Otra chica?.-Decía sin querer empezar a cabrearme, porque
pensaba que ahora si tenía motivos para hacerlo, teniendo en cuenta que ahora
si éramos “novios”. Éste me sonrió ampliamente y me susurró al oído palabras
para calmarme.
-Tranquila, que la única chica que ha estado en mi piso
besándose conmigo es una estupenda vecina que vive al lado. ¿La conoces? Pues
no te acerques mucho…porque es una guerrera con apariencia de principessa.-No
pude evitar soltar una risa, pero cuando iba a contestar de nuevo, un carraspeo
por parte de Andreas nos hizo devolvernos a ambos a la realidad. Otra vez, qué vergüenza.
-Tortolitos, si tantas ganas os tenéis, largaos a un hotel
anda. Que uno tiene que seguir estudiando y siendo un tonto *candeliere como que
no, gracias. Pero enhorabuena por lo vuestro, ¡menos mal! Estabais tardando
mucho.-Comentó el moreno de ojos verdes mientras terminaba de entrar en el
comedor y dejar sus cosas sobre la mesa central que había allí. Mis ojos se
voltearon levemente hacia Aless que miraba a su compañero riéndose pero negando
levemente con la cabeza.
-¿En qué piensas?.-Susurré a Aless, cuando éste me miró con
aquellos ojos azules, me susurró de igual manera.
-En lo guapa y sexy que estarías con un picardías que vi los
otros días por la tele.-Mis ojos se ampliaron totalmente y me puse muy roja. Me
volvió a mirar de reojo y empezar a reírse en toda mi cara: típico del gracioso
italiano de pacotilla.-Que es broma, mujer. Solo pensaba el sitio donde
podíamos ir esta noche a celebrarlo.-Me decía mientras se quedaba pensativo. Yo
no tardé en responderle aquello y darle una solución fácil.
-Dejaré que me invites a una hamburguesa. Y a unas patatas,
y a una coca-cola…-Solté una risa, negando después para encogerme de
hombros.-Con que me invites a una hamburguesa de “La plaza de las monjas” me es
más que suficiente.-Murmuré acercándome a la puerta.-Por cierto, debo irme ya a
casa o empezarán las preguntas. Me hablas por el móvil, ¿vale?.-Cuando me giré
me encontré con los labios de Aless besándome a la vez que me abrazaba por la
cintura; no tardó en separarse.
-Me gusta el plan, pero dices que quieres mantener nuestra
relación en secreto, a pesar de querer ir a cenar conmigo a la calle. ¿Y si nos
ven? Se iría todo a la mierda.-Sonreiría como siempre lo hacía.
-Bueno, pues mala suerte.-Solté una risa y abrí la puerta
para salir de allí, guiñando un ojo a Aless antes de cerrarle la puerta en la
cara: con una sonrisa de oreja a oreja, acabé entrando en casa, donde solo
sabía que estaba mi hermana por ahora.
Una buena cena se estaba acercando y sobre todo, una cena con
alguien con quien estaba empezando a salir.
Deseaba que todo saliera bien sin
imprevistos, ahora que había encontrado amor en un lugar sin esperanzas...
*Candeliere: sujeta-velas.
*La plaza de las monjas: plaza central de Huelva conocida por sus buenas hamburguesas.
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